En la actualidad el dinero no posee ningún respaldo, carece de patrón, pero no de creadores, de controladores en todas sus transacciones.
De manera que la emisión monetaria no refleja duda, sino deudas. Deudas públicas de mierda, primero; y después miles de millones de deudas particulares.
El dinero no refleja ni EL TRABAJO ni la producción con valor de uso y con valor comercial o de cambio.
Se argumenta que todo está basado en la confianza; pero como se dice en el escrito, es más bien en la ignorancia de la mayoría. Ignorancia que se fomenta como comportamiento cultural a través de la propaganda sistémica, la publicidad, el entretenimiento y las opiniones pseudocientíficas de los “analistos” para vender la pluma o la garganta.
Por eso no existe justificación para que las SOCIEDADES O LAS NACIONES no se organicen; de forma que todos tengamos empleos y responsabilidad con la comunidad.
El mundo no está hecho a LA VOLUNTAD DE DIOS, es decir, de la Soberanía Popular.
Nada de eso, ha sido organizado a voluntad de los BANQUEROS (sector financiero en general) con la complicidad de políticos de oficio (traidores) y las cúpulas militares y religiosas que viven a expensas de las prójimas y los prójimos.
El trabajo, que es la fuente de todos los bienes, incluido el lenguaje: memoria de la colectividades.
El trabajo es tiempo invertido por cada uno de los integrantes de la sociedad en las diversas actividades: adquisición de conocimiento, crianza de los hijos, producción alimentaria, fabricación de máquinas, invenciones, descubrimientos, servicios profesionales…
¿Por qué no debe ser el trabajo el patrón monetario, si a través de él producimos bienes, estudiamos, adquirimos conocimientos, descubrimos, inventamos tecnologías, hacemos arte, deportes y realizamos labores cotidianas necesarias?
El trabajo no es deuda; tampoco es explotación, esclavitud, servidumbre. Es obligación natural que, en su realización dignifica y nos favorece, porque con él hacemos cultura: complementamos los beneficios que no ha otorgado la naturaleza.
Fuera de un entorno gregario o social, el que no trabaja se muere, perece.
Y para que una Sociedad o Nación sea fuerte, todos, absolutamente todos debemos trabajar; pero no como esclavos visibles o invisibles de una reducido grupo oligarca. Debemos trabajar para que la nación sea fuerte y para que cada integrante de esa nación no sea débil frente a los abusadores del poder.
¿Por qué los ciudadanos de distintos niveles sociales y grupos profesionales, debemos, sin haberlo autorizado, cargar con deudas públicas absurdas o quedar sin acceso al empleo y obligados a competir con otras personas condenadas al desempleo y la pobreza?
¿Por qué el dinero se debe crear o emitir sobre la base de las deudas públicas, solo porque lo determinó una élite a espaldas de la mayoría?
¿Por qué deben ser los banqueros quienes tengan la potestad de emitir, prestar y otorgarle el poder adquisitivo al dinero; y a través de él tener el control de todos los medios de producción?
No es la confianza de los ciudadanos, sino el abuso de confianza de una minoría lo que genera tanta desigualdad, pobreza, precariedad laboral, exclusión y falta de empleo digno para miles de millones de personas en el mundo.
¿Por qué el esfuerzo laboral de millones de personas en el mundo tiene que estar al arbitrio de las manos invisibles de las Sociedades Anónimas que comparten y controlan todos los tentáculos del poder.?
Esa mano “invisible” de las Sociedades Anónimas (de los que a través de unas pocas corporaciones lo controlan todo) es la que impuso el Imperio de tradiciones de dominación: conquista, esclavitud, servidumbre, tributos, propiedad privada, herencia de bienes y dioses forjados a imagen del autoritarismo oligárquico.
Por ello, los sumos sacerdotes justificaban ayer, el origen divino de Reyes, Emperadores, Sultanes y otras altas jerarquías del poder; por eso, los modernos chamanes –la mayoría de economistas y propagandistas del sistema de libre mercado– justifican hoy, el “poder representativo” a través del trillado argumento de que, la minoría escogida, tiene la capacidad de tomar, responsablemente, las decisiones por todos.
No es, pues, “la mano invisible” del libre mercado” la que entra en crisis cíclicamente; es el agotamiento reiterado de los artilugios inventados por los ilusionistas de la élite que imponen el orden internacional.
Los artilugios se agotan cuando la precariedad laboral rebasa los límites de su aguante; cuando, como dijera Maquiavelo, le “quitan, al pueblo (que normalmente aguanta con todo), el pan de la boca”.
En ese momento la propaganda agota las ilusiones y no queda más que recurrir a la represión de esas masas inconformes que salen a quejarse, a pedir clemencia; más que decididas a asumir de forma organizada, su destino colectivo; porque de lo contrario ya se hubiese cerrado el telón del circo de la sociedad de mercado.
La mayor parte, es decir, la casi totalidad del esfuerzo productivo y actividades de intercambio entre los distintos países no es deuda ni debe ser convertido en despojo a menos que, vivamos bajo una CONQUISTA PERMANENTE o que se IMPONGA EL IMPERIO DE LA TRADICIÓN, porque así conviene a la plutocracia de turno ensombrecida por la niebla de las mil y una ilusiones que hacen invisible la mano de los grandes capitalistas.
En esta época que tanto se pronuncia la palabra democracia, como si de una frase mágica se tratara, no estamos obligados, los que conformamos el numeroso grupo de la mayoría –el 9= %; a acatar (por confianza o ignorancia) lo que nos IMPONGA una pequeña élite oligarca, solamente porque heredó el poder (o se sumó al festín depredador) y tomó ventaja para encubrir la esencia de cómo es que, verdaderamente, se controlan las naciones de la Tierra.
No estamos obligados –porque las CONSTITUCIONES nos garantizan igualdad de derechos– a soportar ese orden impuesto por las élites de ayer o de hoy.
En las sociedades capitalistas, desde hace décadas, el mecanismo de creación y emisión del dinero, se hace imponiendo deuda públicas, sin que la mayoría se entere y entienda el propósito esclavizador a través de los impuestos, la falta de empleo y la precariedad laboral.
El resultado final de este mecanismo es proporcionar a la élite del gobierno permanente una ventaja que le permita enriquecerse y, por esa vía, mantener el control de los asuntos esenciales para la vida en sociedad.
Así que el dinero debe dejar de ser un instrumento generador de deuda y consecuentemente, de exclusión, precariedad y pobreza.
Desgraciadamente, desde el siglo anterior, el dinero, es el resultado de la decisión de una minoría que, traicionando a sus representados, optó por endeudar a la mayoría para privilegiar el control, es decir, el PODER, la opción de decidir por todos.
No tuvieron necesidad de proclamar su procedencia divina; bastó con que se abusara de la confianza de la gente desprevenida o ignorante en estos asuntos.
Los banqueros han encontrado en la mayoría de economistas a los sumos sacerdotes de la antigüedad; ellos se encargan de nublar todo con explicaciones que solamente justifican las atrocidades que sufre la mayoría.
De este modo los representados, los ilusionados votantes, que aspiran, todos, a tener empleo digno, casa digna, acceso a “las cosas necesarias, convenientes y agradables de la vida”…(Smith), se quedan sin esa posibilidad por su exceso de confianza o ignorancia; porque ¿qué sentido tiene que una nación sea rica y sus individuos y familias, mayoritariamente, pobres?
El dinero debe facilitar el intercambio de bienes y servicios reales de una sociedad; pero como resultado de una decisión SOBERANA en la que se ejerza la autodeterminación de la población, ya por consenso o por mayoría; pero no como ocurre en la actualidad: LA IMPOSICIÓN FRAUDULENTA y gris de parte de la élite oligarca que impuso, vía ilusión, el despojo a través del trabajo mal recompensado. Baste decir, por ahora, que las colectividades locales, regionales y mundial no deben ser la servidumbre de esa minoría financiera y corporativa que controla, estratégicamente, LA CULTURA, y que impone el IMPERIO DE UNAS TRADICIONES O PRÁCTICAS que les permiten dirigir la educación, las religión, los sistemas de salud, los medios de información, de almacenamiento y difusión de datos, la industria de medicamentos y vacunas; la industria de las armas, la industria del entretenimiento; los acuíferos, los mares… y la creación del dinero desde la opacidad de las Sociedades Anónimas con sus más de mil artilugios de prestidigitación financiera, política y propagandística.
Por eso proponemos que el TRABAJO sea el PATRÓN MONETARIO.
Para ello proponemos también la adopción de RECAUDACIÓN REFLEJA: eliminación de impuestos fiscales, de deuda pública y poder adquisitivo para FORTALECER LO PÚBLICO con hechos y no con promesas.
No debemos seguir postergando el momento de equiparar derechos y deberes en IGUALDAD de accesos y condiciones.
Jorge Luis Oviedo