Del secuestro a la voluntad popular

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Hace 200 años (un poco más o un poco menos en algunos casos) la mayoría de los países de Hispanoamérica, una vez alcanzada su independencia, en su casi totalidad, optaron por la República como forma de gobierno. Hubo uno que se declaró Imperio: México, en dos ocasiones que resultaron efímeras.

También decidieron que los gobiernos serían representativos.  De esa forma  la gran mayoría de la población adulta quedó excluida para participar en la escogencia ( ya sea optando a un cargo o votando por alguno de los postulados) de los representantes, por los siguientes  defectos:

Ser nativo americano, algo que ocurría con la mayoría de población, salvo con la región Rioplatense;

 Ser del sexo femenino, esto estaba dedicado más biene a las mujeres criollas y mestizas*;

 Carecer de bienes suficientes, dedicado a los mestizos en general que eran empleados de criollos y a pequeños artesanos;

Ser como el conquistador Francisco Pizarro: analfabeto.

Así que, aproximadamente un 90%; y, en algunos casos, bastante más, si consideramos que los países andinos (Perú, Bolivia, Ecuador) o los de Mesoamérica (Guatemala y México) tenían poblaciones originarias muy numerosas, quedaban excluidos de participar en la toma de las grandes decisiones que debían cambiar el rumbo de la herencia colonial española en América.

Jorge Luis Oviedo

De manera que es fácil hacer el repaso de los 200 años que, en promedio, tienen, los países de Hispanoamérica de haber optado por la República como forma de gobierno.

Y, enfatizo, lo de República con la clara idea de que se entienda que, ni por asomo, se planteó la democracia como forma de Gobierno. Es importante señalar que República y Democracia no son sinónimos.

Veamos, para el caso, la forma de gobierno en la Constitución de Centroamérica de 1824, cómo quedó expresada:

“Artículo 8. El gobierno de la República es popular, representativo y federal.”

“Artículo 14. Son ciudadanos todos los habitantes de la República naturales del país, o naturalizados en él que fueren casados, o mayores de diez y ocho años,   siempre que ejerzan alguna profesión útil o tengan medios conocidos de subsistencia.”

         Por otra parte, los indígenas continuaron sometidos a las abusivas prácticas coloniales.

Pero estas formas de exclusión no fueron inventadas en Hispanoamérica, son herencia europea.

Si nos fijamos, hasta acá nos referimos a la parte meramente electoral. Y, básicamente, el derecho a elegir representantes.

Pero más importante aún es el derecho a elegir (o decidir) asuntos de interés colectivo, incluso, el tipo de República que se desea en función de la producción, el comercio, la distribución del ingreso, los impuestos fiscales.

Por ejemplo,  el acceso equitativo a los medios de producción y a los bienes y servicios.

Uno de los casos más extremos fue lo que ocurrió en Guatemala y por extensión al resto de Centroamérica, al declarar, los criollos de ese país, Presidente Vitalicio a Rafael Carrera; y restablecer íntegramente las prácticas coloniales con La Restauración Conservadora.

Caos, ciclos de dicaturas, algunas de ellas extensas; consecuencia de una herencia colonial basada en el verticalismo y el traslado de la esclavitud y servidumbre europeas a esta regiones del mundo; y sustituidas luego por un sistema monetario y tributario que provoca esclavitud por defecto o redinción individual anticipada.

Sin duda, fue esta, la más desgraciada herencia europea que, aún hoy, dificulta los procesos emancipatorios y el sentido de comunidad, especialmente en los centro urbanos.

Esas y otras prácticas son seudo democráticas, nunca persiguieron el bien común, la justicia en su sentido más amplio, la felicidad del pueblo, tomando como base su dignificación, inclusión y acceso igualitario a los recursos naturales y a los productos del trabajo, materiales e intelectuales de los que la gran mayoría participa en su proceso.

Lo único claro en todo ello es que usaron los procesos electorales como una forma de secuestrar la voluntad popular, los anhelos de justicia.

Por eso durante el siglo XX  –pero sólo después de dos Revoluciones: LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE– se otorgó derecho al voto a la mujeres y al resto de excluidos, incluidas las comunidades indígenas.

Ambas revoluciones amenazaron en serio el control global de las oligarquías capitalistas; el orden surgido de los siglos de conquista, colonización y aculturación que llevó a cabo un grupo de reinos europeos sobre el resto del mundo.

Los 4 reinos que más se beneficiaron  de la conquista a partir del siglo XV fueron España, Portugal, Reino Unido y Francia. Su extensión total es de menos del 1.2% con relación con el resto de territorios del planeta.

 De allí procedió gran parte de la acumulación originaria de capital, incluidos los nuevos conocimientos, que los beneficiaron para el repunte científico y tecnológico, particularmente, en el Reino Unido.

Por eso es que la forma de gobierno republicana con poder representativo, se volvió muy útil durante todo el siglo XX, para afianzar, primero la escalada de las compañías mineras y fruteras y, luego de la Segunda Guerra Mundial (efecto de las disputas por el reparto de regiones y países entre Europa y USA ), se vino el pavoroso ciclo de dictaduras militares y golpes de estados que, en algunos países, alcanzó hasta finales del siglo pasado.

Cuando la voluntad de la Soberanía Popular no se la secuestraba “amigable y cautivadoramente a través del voto popular”; se lo hacía por la vía de la fuerza.

No son, pues, casuales esos golpes de estado que se volvieron frecuentes y sanguinarios en América Latina; y que retornaron en el siglo XXI bajo nuevas modalidades; pero con los mismos propósitos: secuestrar la voluntad popular.

Sin embargo, la incapacidad de la oligarquías ha permitido a los pueblos en muchos casos manifestar su descontento y reclamar un mejor trato; y, en los otros, ir un poco más allá de la expresión del descontento y, aún con todos las trampas, fue posible acceder al control de la Institucionalidad del Estado, a través de ese voto electorero concebido como emboscada y secuestro de la Soberanía Popular.

Primero fue Venezuela (1999); con lo cual se inició en casi toda América del Sur, el ascenso, por la vía del voto, de los partidos o las fuerzas políticas de corte socialista o de izquierda: Brasil, Argentina, Ecuador, Uruguay, Bolivia.

Es muy probable que se sume Chile, donde los gobiernos de Verónica Michelle Bachelet, fueron meros apagafuegos de los abusos extremos de los neoliberales.

Por eso es necesario fortalecer o cambiar las Constituciones como ya lo hizo Venezuela en 1999, como  lo hizo Bolivia en 2009 y como lo hará Chile en 2022, cuando se ratifique la que será su nueva Constitución.

Las derechas, por mezquinas, haraganas intelectualmente, porque todo su accionar es obediente y no deliberante del pensar hegemónico europeo  (o made in USA, que es lo mismo), se oponen a todo nuevo pacto social; porque sobre la traición a sus coterráneos es como se han erigido en esclavistas modernos para sostener sus privilegios.

La inversión extranjera, el modelo agroexportador o minero exportador; así como la deuda externa, han sido los mecanismos opacos de esa hegemonía perversa.

Por esas razones el voto, reiteradamente, se convierte en un mecanismo para secuestrar la voluntad soberana, ya que la mayoría de los que resultan electos como diputados, presidentes o magistrados de supremas cortes, terminan representando los intereses oligarcas.

Necesitamos INSTITUCIONES que privilegian la igualdad social, política y distributiva en todo sentido; no esa abstracta igualdad ante la Ley que se convierten escalera de las élites depredadoras y en estrechisimo embudo para las mayorías.

Necesitamos CONSTITUCIONES que privilegien las consultas populares para temas fundamentales:

Tenencia y usufructo de los bienes naturales;

Emisión y control del dinero para que no siga siendo medio generador de desempleo, pobreza y desplazamientos forzados;

Poder adquisitivo de las comunidades y de la Nación (el pueblo como totalidad) con una lógica distinta a la de los actuales impuestos fiscales;

Pleno empleo y la obligatoriedad de estudiar y trabajar para la totalidad de los integrantes de la Nación, entre otros temas que requieren ser discutidos y adoptados.

Necesitamos, pues, Constituciones que permitan que se respete y respalde a los pueblos originarios en su toma de decisiones y en la elección de vida que más agrada de acuerdo con sus tradiciones culturales aún vigentes.

         Necesitamos CONSTITUCIONES que garanticen que el voto sea el adecuado medio de expresión de la Voluntad de la Soberanía Popular; para que el pueblo sea obedecido (y no traicionado) por aquellos que resulten escogidos como diputados, alcaldes o presidentes.

         Necesitamos CONSTITUCIONES que permitan abolir, desterrar, erradicar, sepultar, expulsar… las prácticas hegemónicas del capitalismo;

         Necesitamos CONSTITUCIONES que permitan la existencia de sociedades maternalistas, fraternales, solidarias a través de las cuales la Nación no quede sometida al capricho de las perversas oligarquías que actualmente imponen su lógica productiva, comercial, distributiva…

*José Trinidad Reyes, sacerdote y poeta hondureño, a quien catalogó como el último poeta colonial, pone en evidencia la mentalidad de una época en la que el clero conservador jugó un papel importante.

 Literata y ¿Mujer?

¡Quién demonios aguanta a las mujeres!

Allá la una llorando por sus muertos,

aquí la otra metida a poetisa

y haciendo mil elogios de sus versos.

¿Qué hará el mundo con tanta bachillera?

Pobre de mí, si la desgracia tengo

¿Qué hará el mundo con tanta bachillera?

de casarme con una de estas prendas

que al pedirle la cena o el almuerzo,

me diga, «Aguarda, busco un consonante

para el último pie de este soneto.»

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