¿Los pobres han existido siempre?

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Jorge Luis Oviedo

@jloviedo57

Esta frase dicha de manera afirmativa es un mito; pero también es una forma de propaganda del capitalismo a través de la justificación.
    Es similar a: «Si trabajas duro, te vuelves rico»;  o «La muerte y los impuestos son inevitables».
    Todas son falsas; pero sorprenden a muchísimas personas, por una sencilla razón: la mayoría no tiene tiempo de cuestionar  aquello que escucha muchas veces en el lento transcurrir de su miserable vida de exclusión y atropellos.
    La propaganda religiosa, que es la más antigua, se basa en la reiteración constante de mensajes esenciales: obediencia a la autoridad; recompensa en otra vida (una de las más notables estrategias para que no se cuestionen las promesas incumplidas); confianza en Dios y no en una fuerza y poder reales: el de la tribu; «El orden es la primera ley del cielo», dice otra frase que, de entrada, descarta las capacidades reales del grupo o la colectividad: la organización para afrontar  los problemas de la comunidad.
    En la práctica del Cristianismo, por ejemplo, tanto en la misa de los católicos o el culto de los protestantes, se reiteran esos mensajes esenciales.
    La moderna  propaganda laica hace lo mismo, aunque le haya agregado música  y movimiento a las imágenes que acompañan el mensaje verbal, en la medida que fueron surgiendo medios y soportes que han facilitado la propagación del mensaje.
    Así, pues, bajo esta mecánica, los intelectuales orgánicos capitalistas se inventaron que los pobres han existido siempre.
    Y después comenzaron a repetirlo por los medios, ya puesto en boca de abogados, economistas, locutores de radio, analistas políticos.  Y allí está frase sonando una y otra vez de muy variadas maneras: Siempre ha habido pobres; pobres había en la época de Cristo; pobres hubo ayer, los hay ahora y también habrán pobres mañana.
    La otra variante es la afirmación: La pobreza es mental. Esta lleva implícita la intención de explotar a los creyentes en la superación personal.

    ¿En qué basan esa afirmación? ¿En el origen de nuestra especie? 
    Claro que no. Se basa en la facilidad con que la mayoría de adultos se aferra a los prejuicios que adquirió en la infancia; al poco tiempo que les queda para hacer de la duda un método eficiente de cuestionamiento a los prejuicios, a esas afirmaciones reiteradas que los mantienen temerosos y obedientes; y, sobre todo, incapaces de politizarse; de pasar de la queja en la plática entre amigos y vecinos sobre las dificultades de la vida: falta de empleo, carestía de los bienes y los servicios educativos, de salud, los medicamentos; el tedio de la rutina: de la casa al trabajo, del trabajo a la casa; del encierro durante el fin de semana, etc.  Y eso hay que agregar lo que, desde los medios corporativos de hace: propaganda de muy variadas formas en las que sobre abundan los mismos mensajes, en la información general, en la publicidad comercial, en los programas religiosos, en los análisis económico, en los relatos deportivos, en fin. Una auténtica DICTADURA  del mensaje único o de los prejuicios colectivos esenciales.
    Y ¿por qué afirmamos que los pobres no han existido siempre?
    El origen de nuestra especie de remonta, por lo menos a dos millones de años, desde que comenzó la separación con nuestros primates más cercanos, la aparición de una nuevas características que millón y medio después serían bastante más evidentes; y, hace unos cien mil años, prácticamente  se había conformados ya la mayoría de esas facultades que permitieron a nuestra especie, débil en sus fortalezas físicas; pero eficiente en las estrategias grupales para afrontar los peligros del entorno.
    De modo que, mientras no hubo Imperios tampoco hubo ricos y pobres. La mejor prueba de ello son los grupos no contactados actuales y algunos contactados que prefieren vivir de acuerdo a cómo lo eligieron sus ancestros hace muchas generaciones.
    En el siglo XVI en las praderas de Norte América, gran parte de los territorio que EEUU le quitó a Mexico y los estados del norte mexicano, eran el territorio de uno 60 millones de bisontes. Esos bisontes eran la fuente principal de varias etnias que después serían exterminadas junto con los bisontes por el afán de riqueza material del los blancos llegados de Europa a  radicarse en esas tierras.
    Los conceptos de riqueza y pobreza los podemos rastrear solo después de la invención de la agricultura. Nunca han sido necesarios. Ni la riqueza exagerada ni la pobreza extrema (hoy tan abundantes) deben existir. Son una anomalía en nuestra especie.
    Y no es el comportamiento habitual de los humanos más creativos: inventores, científicos, músicos, pintores, escultores, ingenieros, escritores filósofos, en final mayoría de las personas a las que la humanidad como suma de todas las etnias, debe su conocimiento del entorno y los usos que obtiene de las fuerzas «domesticables» de la naturaleza.
    Las preguntas que requieren respuesta son las siguientes:
    ¿Era necesario que un grupo de reinos europeos que hace más de quinientos años vivían en una extensión territorial de menos de dos millones de Km2, sometieran la mayor parte de los demás pueblos del mundo que se encontraban en una extensión de más de 100 millones de km2?
    ¿Es necesario que hoy, después de haber provocado la extinción de las etnias del Caribe y de Norteamérica, de haber cazado a los africanos para venderlos como esclavos, de destruir bosques, humedales, explotar con descaro a miles de etnias, sigan con la imposición de esas prácticas, dándonos, con cinismo, lecciones de democracia, ya desde su «viejo» continente o desde los sitios donde se radicaron  por la fuerza y contra la voluntad de los pueblos originales de América del Norte?
    La pobreza, pues, existirá mientras los pueblos sigan organizados por y para el beneficio de la plutocracia mundial.
    Urge, pueblos, ciudadanos del mundo, organizarse y cambiar las reglas de producción y distribución de bienes y servicios.
    No es en la fuerza policial y militar donde radica la fortaleza de los oligarcas, sino en sus artilugios ideológicos y su propagación reiterada.

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