Honduras caminando en las tinieblas

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Ricardo Arturo Salgado Bonilla

La situación crítica que vive el mundo en estos días, tiene connotaciones especiales en un país como Honduras, donde no existe legitimidad, las élites son las abanderadas de las mentiras, y la ignorancia lo único que esa oligarquía comparte con las mayorías empobrecidas. La pandemia ha puesto en evidencia los resultados catastróficos de una década de exclusión, privatización, saqueo y narcotráfico, a su vez, ha demostrado la eficacia de la manipulación en masa de una población que es guiada sin dificultad al abismo por la dictadura golpista que nos oprime.

Es difícil creerlo, pero lo que sucede en Honduras es similar a lo que vemos en Estados Unidos, con las salvedades obvias para todos. Un sistema de salud destruido deliberadamente por la dictadura, acompañada de la proliferación de servicios de salud privados, compañías de seguros, y precarización del trabajo para los médicos jóvenes; hoy son los bancos los que controlan el “negocio” de la salud, claro, de aquellos que pueden pagar. Los demás son víctimas inevitables de lo que está ahora en pleno desarrollo.

Mucho se habla aquí de “ser propositivos” o de “plantear soluciones”. Naturalmente, estas expresiones son comunes entre quienes no están dispuestos a aceptar que la única solución posible es cambiar el modelo neoliberal, hacer una transición a una sociedad capitalista de fuerte presencia estatal para ingresar a una sociedad socialista. Esto, por supuesto, no es viable sin derrotar la dictadura, y expulsar todos los rasgos del golpismo de la dirección del Estado.

Las medidas cosméticas, impulsadas desde una cortina de humo llamada “anticorrupción”, pretenden que lo malo son los tipos que dirigen la dictadura, y que basta con erradicar la corrupción para que el capitalismo dependiente funcione y adquiera un rostro más humano. Estos proponen cambiar mucho, para no cambiar nada. Aquí coexisten grupos golpistas de diversa cuña, tanto los fascistas descarados al frente del gobierno, como neoliberales furibundos que están convencidos de que la pobreza es una parte necesaria para que el mercado alcance todo su potencial.

Todos estos círculos son portavoces de la “anti política”, planteándole a la población que no debe participar de la toma de decisiones porque, en esencia, la política es “diabólica” y “exclusiva de los corruptos”. Aquí se distinguen hoy políticos que se proclaman enemigos de la política, justo cuando nos encontramos a meses de procesos electorales que pintan para una nueva crisis política y social, cuyas especificidades es difícil anticipar.

Mientras la pandemia nos azota y el régimen simplemente deja la población a su suerte, el confinamiento ha servido básicamente para aceitar la maquinaria fraudulenta ya existente. El Censo Nacional Electoral heredado del Fraude de 2017 y 2013 parece será el gran superviviente para las elecciones primarias de marzo de 2021; ahora que todo indica que el nuevo censo no estará listo a tiempo para cumplir con las fechas legales del calendario electoral.

La emergencia de la pandemia, además, ha servido para que la dictadura legisle y apruebe leyes para iniciar una oleada de privatizaciones disfrazadas en el sector agrícola, lo que llevara al desplazamiento de ingentes poblaciones campesinas, y, con ello se empujará la migración forzada fuera del país. Nunca antes se dio un escenario en el que resultara tan clara la intención de desmembrar a Honduras como entidad. Al mismo tiempo se avanza en la tarea de dar el tiro de gracia a todos los entes del estado que han estado en proceso de debilitamiento vía el saqueo, que es hoy visto, al menos por la clase dominante, como natural y necesario.

Podemos afirmar que la República de Honduras está en proceso de desparecer, y en su lugar se gesta el surgimiento de “Honduras Sociedad Anónima”, una nueva estructura paria, destinada al manejo de países frágiles, sin identidad, y con clases dominantes colonizadas y tremenda disposición al vasallaje frente a los intereses imperiales.

La solución pues, no puede ser algo tibio, mediatizado o moderado. La solución es radical, y debe ser aceptada como una obligación por aquellos que alegan honestidad y amor patrio. Esto, a su vez ha de crear mucha resistencia entre el sector fascista golpista que gobierna, y las élites que manejan sus hilos. Y la mayor parte de los dirigentes políticos hondureños, teóricamente en oposición, no están preparados para salir del marasmo, menos aún, de las égidas del colonialismo norteamericano.

En suma, la situación social y económica del país tiende a agravarse drásticamente en los meses que vienen. El descontento social bien puede terminar en una o varias explosiones de furia popular, que serán reprimidas brutalmente por la seguridad militarizada del Estado. Esto sucederá en un ambiente de contagio incierto de coronavirus, dengue y otras enfermedades infecto-contagiosas. La violencia no solucionara el hambre, y pronto nuevos pobres engrosaran las filas luego de ser víctimas del endeudamiento descontrolado, y el domino total de los bancos sobre el aparato de justicia del país.

Esta situación irá creciendo con picos y momentos de relativa tranquilidad. Las elecciones de 2021, pueden ser vistas como un elemento trascendental para concretar los cambios iniciales para una transición hacia un nuevo tipo de régimen, que responda a un Amplio Programa Político Común, en el que las fuerzas se agrupan, más por acuerdos en bienestar del país, que sus propias agendas o intereses. Ese camino requiere una actitud de franco desprendimiento de los dirigentes, que aún no se puede avizorar.

Sin embargo, parece que la dictadura ha entendido esto antes que la propia oposición, y ha decidido desprestigiar el proceso electoral de antemano. La crisis en el Proyecto de Identificación y Nuevo Censo, solo sirve a las élites golpistas, que, con la pandemia, tienen espacio para aumentar su autoritarismo.

Un error grave que comete la heterogénea oposición, es la personalización del problema, lo que permite un amplio campo a la manipulación mediática que magnifica los hechos en un momento para pasar a invisibilizarlo completamente por un largo periodo. El problema no se quien dirige, o quien tiene la culpa, sino las tareas que se pueden asumir para presionar un feliz término del nuevo Censo en tiempo y forma.

Obviamente, a la oposición no le viene bien despotricar contra los Comisionados a cargo del proyecto; por el contrario, asumir una actitud constructiva incorporaría les incorporaría como actores que buscan un resultado que necesitan. Hoy más que nunca se requiere de una visión amplia, y un criterio político afinado. El bipartidismo golpista es el único beneficiario del fracaso del Nuevo Censo Electoral, por lo que es imperativo empujar en la otra dirección.

Y todo esto tendrá que hacerse caminando en las tinieblas, confiando profundamente en los principios, y vigilando de cerca a los traidores. El problema de Honduras es, ante todo, político, y políticamente debe resolverse.

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