“Quédense en casa, sigan vivos y organícense” Columna

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Amy Goodman y Denis Moynihan

Actualmente estamos entre dos épocas históricas: AC y DC; antes de la Covid-19 y después de la Covid-19. Las instituciones ya establecidas, los regímenes arraigados y las corporaciones poderosas se encuentran bien posicionadas para navegar por las aguas desconocidas de este tiempo intermedio, el del “durante la Covid-19”. Menos equipados están los pobres y la clase trabajadora, que no pueden reunirse para protestar o manifestarse en busca de mejores condiciones de vida sin ponerse en riesgo. El nuevo coronavirus ha amplificado la enorme desigualdad que domina nuestra sociedad. Basta con observar la desconexión entre el mercado de valores y la difícil situación de los trabajadores. Parece que con cada anuncio de pérdida histórica de empleos, el índice Dow Jones y el Standard & Poor’s 500 se disparan hacia arriba. En Wall Street cuentan ganancias mientras que en el resto de la ciudad cada día se cuentan más tumbas.

El miércoles, el reverendo William Barber II concedió una entrevista a Democracy Now!: “Estos son tiempos difíciles. Gran parte del dolor es por elección. No tendría que ser así. No es por el virus per se. Es a causa de la pandemia de codicia y la mentira de la teoría económica del derrame que nos condujo a movernos en la dirección equivocada desde el principio. Incluso antes de que llegara el nuevo coronavirus, demasiadas personas en cargos de poder estaban muy cómodas con la muerte de otras personas. Tenemos 140 millones de personas pobres y de bajos ingresos en el país, el 43% de la nación, 700 personas al día que mueren por la pobreza o por no contar con suficientes recursos económicos. Ya antes de la llegada de la Covid-19, teníamos dos millones y un cuarto de personas al año y 80 millones de personas en total sin seguro de salud o con seguro de salud limitado”.

El reverendo Barber es copresidente de la Campaña de los Pobres y presidente de la organización sin fines de lucro Repairers of the Breach (“Reparadores de la brecha”, en español). Él y la copresidenta de la campaña, la reverenda Liz Theoharis, del Seminario Teológico de Unión, han lanzado una convocatoria a personas de todos los ámbitos sociales a participar de una asamblea virtual y una multitudinaria marcha de los pobres on line el próximo 20 de junio a través de la página web june2020.org. Barber imploró “No crean en las mentiras que estos gobernadores nos están diciendo sobre que es el momento de abrir todo de nuevo. Quédense en casa, sigan vivos y organícense”.

Pese a las increíbles dificultades, pese a las demandas de no salir de los hogares (para aquellos que tienen la suerte de poder quedarse en casa), la gente se organiza y se manifiesta de manera creativa y valiente. Como ha sucedido a lo largo de la historia de Estados Unidos, los movimientos populares son los que impulsan el cambio. Este momento no es la excepción.

Poco después de su entrevista para Democracy Now!, Barber habló en una manifestación virtual, una huelga nacional organizada por trabajadores de la cadena de restaurantes McDonald’s. Los trabajadores de McDonald’s y de otras cadenas de comidas rápidas han estado organizando campañas por un salario digno durante años. La campaña “Lucha por 15” reclama un salario mínimo de 15 dólares por hora. Varios trabajadores hablaron en la transmisión de video en vivo y detallaron las dificultades y los riesgos que enfrentan diariamente como parte de la fuerza laboral esencial mal paga, prácticamente ignorada y en crecimiento.

Estas son las palabras de Fred Marion: “Soy un trabajador de McDonald’s aquí, en Kansas City, Missouri. Hago huelga porque, como pueden ver y escuchar, soy un humano como ustedes. Puede que no sea médico o paramédico, pero estoy aquí en el frente como ellos, y soy humano como ellos. Nos merecemos equipos de protección, pago de riesgos, atención médica y ganar 15 dólares la hora: es apenas un salario digno. Nosotros no tenemos un salario digno. Solo merezco ser tratado como un ser humano y es por eso que estoy en huelga”.

Angélica Hernández habló en español. Un compañero de trabajo que contrajo Covid-19 y actualmente está conectado a un respirador fue quien la inspiró a sumarse a la huelga. Según ella, McDonald’s no mostró interés en brindarles equipos de protección a los trabajadores. Katerra Wilkins agregó: “La gente puede contraerlo, [al coronavirus]. A cualquiera le puede tocar. Así que creo que es un poco peligroso y estamos arriesgando nuestras vidas por 7,25 dólares la hora”.

En solidaridad con los trabajadores en huelga hubo oradores como Mary Kay Henry, presidenta del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU, por su sigla en inglés) y el epidemiólogo David Michaels, quien se desempeñó como director de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional durante la presidencia de Barack Obama. La senadora demócrata de Nueva York Kirsten Gillibrand señaló lo siguiente: “Incluso después de que el Congreso aprobara en marzo una ley de emergencia de licencia paga por enfermedad, el 75% de los trabajadores quedaron desamparados por la exclusión de grandes empresas como McDonald’s. Si ellos o un ser querido se enferman, tendrán que enfrentar una elección imposible entre la seguridad económica de su familia y su salud. Ninguno de nosotros debería verse obligado a tomar esa decisión. Es un fracaso de la política. Si uno no puede permitirse quedarse en casa cuando está enfermo, es un problema para uno y para todas las personas con las que entre en contacto cuando esté en el trabajo. Asegurarse de que todos puedan permitirse quedarse en casa cuando presenten más riesgo de contagiar es crucial para combatir este virus”.

Mientras tanto, los activistas montaron una protesta simbólica frente a la sede central de McDonald’s en Chicago, con siluetas de cartón que representaban a los trabajadores en huelga. La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por su sigla en inglés) salió a recorrer las calles del centro de Chicago con un camión con una cartelera electrónica que transmitía el mensaje de los trabajadores con la demanda por un salario digno.

Estamos viviendo tiempos difíciles y peligrosos. Mientras los autoproclamados “justicieros” armados de derecha, mayormente blancos, inundan las capitales de los estados, los indocumentados, los pobres y las comunidades de color, quienes están en mayor riesgo, mantienen nuestra economía en movimiento: cultivan nuestros alimentos, trabajan en mataderos y almacenes, entregan paquetes y comidas, limpian nuestros hospitales y cuidan de nuestros ancianos. Ellos se exponen a contraer Covid-19 a diario, prácticamente sin redes de contención. Independientemente del futuro que forjemos colectivamente en la era después de la Covid-19, las necesidades de los pobres y de estos trabajadores esenciales deben ser una prioridad.

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