Pasó el 28 ¿Y ahora?

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¿Cómo puede una sociedad salir adelante después de 10 años de inestabilidad permanente?

Juan Ángel López Padilla
Sacerdote
Creo que no había vivido semanas tan intensas como las últimas, en las que la crítica a la postura de la Iglesia y la mía, han sido tan amargas. Tengo, dolorosamente que admitir, que estamos peor de lo que pensaba. Sólo fue que hiciera un par de comentarios en Tweeter para que se desatara un enjambre de abejas asesinas con aguijones muy afilados. Bueno, afilados en los “call centers” que manejan los grupos de poder y en la inmadurez de alguno que piensa que, dejando ir alguna calumnia, me van a asustar o a callar a los señores obispos. Escribo estas líneas unas horas antes de que lleguemos al fatídico 28 de junio que recuerda, en los anales de nuestra historia particular, uno de los momentos más tristes, porque desde aquel momento, que probó la ineptitud de la clase política para resolver sus problemas internos y que además probó que el irrespeto a la Constitución, que ya en varias ocasiones había sido violentada y que amenazaba con serlo de nuevo, era la fuente de donde nos vendría el caos. ¿Cómo puede una sociedad salir adelante después de 10 años de inestabilidad permanente? ¡No puedo creer que no hayamos podido encontrar líderes, lo suficientemente inteligentes, para ver más allá de su nariz! Es cierto que a nivel mundial hay un deterioro de las figuras políticas y que las instituciones tienen, todas ellas, un nivel de deterioro significativo. Pero, y aquí el pero es del tamaño de la Montaña de Celaque, lo grave es que aquí el nivel de tozudez, para decir de manera digna terquedad, es inconmensurable. Además, tengo la impresión que cuando se le haga la autopsia a alguno de los líderes de este país, no van a encontrar sangre, sino veneno.
Nuestro nivel autodestructivo rompe todos los moldes. Estoy seguro que en el futuro muchos vendrán a Honduras para aprender: “¿cómo no se resuelven los problemas de un país?”. Pero, más allá de las noticias de esta semana, de la muerte de Valeria y Óscar queriendo cruzar el Río Grande, de la irrupción desmedida e ilegal de la Policía Militar en la UNAH, de las mil y una gaseadas, manifestaciones que no lo son y conflictos por doquier, lo que más me impactó fueron las cartas que se hicieron públicas de cientos de niños desde las “hieleras” o “perreras” en las que los han recluido en Estados Unidos. Alguno de los que me enviaron copia de las cartas me decía que igual podría haberlas escrito un niño de nuestros barrios, porque no tienen comida, ni medicina y están encerrados por miedo a las maras. ¡Cómo duele nuestra patria! Pero, una vez más, creo en Dios y creo que somos más los que no nos interesa la politiquería barata de nuestro patio, pero si nos importa el bien de todos y no nos cansaremos de seguir trabajando para que reine la paz.

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