EL CAPITALISMO, UNA SOCIEDAD DE PROBABILIDADES

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Jorge Luis Oviedo

       En el mundo natural las oportunidades son escasas. Para que la vida exista en el planeta se necesitaron muchas casualidades, algo así como sacarse un premio en la lotería con una posibilidad de una en 200 mil millones.

Se calcula que existen unas 100 mil millones de galaxias y en la nuestra hay alrededor de 200 mil millones de sistemas solares.

 Ahora, bien, una vez que hubo vida en el planeta, las especies aprovecharon sus oportunidades (o probabilidades) de adaptación al medio ambiente.

Las oportunidades de muchos animales para escapar, todos los días varias ocasiones, de sus depredadores, es, prácticamente, una rutina de supervivencia; sus probabilidades, pese a que a muchos los protege la manada, suelen ser menores al 50% en la mayoría de casos durante las primeras etapas de vida.

 La oportunidad de los depredadores de cazar con el menor desgaste físico y estratégico posible ha favorecido a las especies que cazan en grupo: leones, hienas, lobos, por ejemplo.

         La forma cómo unos evaden las emboscadas de la muerte y otros logran hacer eficiente su capacidad de caza, favorece el equilibrio de las especies y los ecosistemas.

Es importante, pues, remarcar ese aspecto esencial: equilibrio entre especies: vegetales que son alimento de la gran mayoría de animales (algunas contribuyen, al alimentarse, a propagarlos, facilitan su germinación y expansión); insectos que son, en sus diversas etapas, alimento de otros insectos o de aves; aves que son alimento de otras águilas, halcones; hasta llegar a los depredadores mayores; y a los carroñeros que cumplen con la función de limpiar el ambiente.

Por alguna razón, entonces, las élites de varias etnias del Homo sapiens rompieron ese equilibrio, al convertir en cultura una práctica que es natural entre especies; pero no entre una misma especie.

De ahí resulta, entonces, que una Sociedad de Oportunidades es pura propaganda; porque la oportunidad está referida a la probabilidad del éxito económico. Sobre esa base se mide el éxito en la cultura capitalista. Poco importan los logros profesionales, artísticos, deportivos, científicos, ambientales, etc.

De hecho, la probabilidad de que la vida en el planeta mantuviera su equilibrio de millones de años era muy alta hasta que un grupo de reinos –que estaban afincados en un espacio territorial que representa el 1.2% de la superficie total de los continentes– se impusieron a la gran mayoría de grupos étnicos  del resto del mundo. Con su compulsivo lucro  y otras manías: la desertificación, el deterioro de montañas, valles, llanuras, humedales ha provocado la más acelerada extinción de especies y el calentamiento global.

La élite de USA es la que más propaganda hace de LA SOCIEDAD DE OPORTUNIDADES y, congruentes con ello, hacen alarde también de la libertad.

Pero la libertad individual, cuando se ejerce sin la posibilidad de aprovecharse de los demás, es irrisoria.

Recordemos que los europeos que llegaron a establecerse a lo que hoy es USA, hacían apología de la libertad, mientras se aprovechaban del trabajo de miles de esclavos africanos, a los que, por cierto, negaron los derechos ciudadanos, una vez que se fue abolida, por conveniencia económica, la esclavitud.

Basta, pues, asumir la libertad de Robinson Crusoe, por ejemplo; o, todavía mejor, “la supervivencia en libertad”  de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, testimoniada en NAUFRAGIOS, para entender que la libertad queda reducida, para la gran mayoría, a las escasez de probabilidades.

Hagamos un repaso. EE UU tuvo la oportunidad de participar en la Primera Guerra Mundial; pero no sacó mucho provecho de ese acontecimiento. Con la Segunda Guerra Mundial obtuvo la mayor parte del botín, no sólo de los vencidos, sino de sus aliados, a quienes, todavía domina.

USA, tuvo oportunidad, por ejemplo, de probar la bomba atómica en dos ciudades japonesas entre el 6 y el 9 de agosto de 1945 (un acto criminal y perverso), con la excusa de que Japón no se rendía, pese a la capitulación alemana de mayo de ese mismo año. Poco antes había impuesto, sin tapujos (con un grupo de países que dominaba a su antojo) el US dólar como moneda internacional.

Con esas dos acciones se erigió el país más poderoso del planeta. El dólar es, todavía, un impuesto universal para el resto de los pueblos del mundo.

No es casualidad que los organismos financieros internacionales hayan predicado el desarrollo, mientras, hacían más dependientes a la mayoría de países del mundo.

En la práctica USA, como el resto de estados conquistadores, no han actuado de acuerdo con el equilibrio natural, sino  contra su propia especie.

La domesticación de animales redujo la caza a cuestiones deportivas; la agricultura supuso dejar la recolección de frutos y raíces como actividad secundaria; la ciencia y la tecnología han permitido dominar muchos aspectos de la naturaleza, incrementar la producción y, sin embargo, casi el 88% de la población mundial vive en servidumbre o en condiciones más precarias a las de los esclavos de otras épocas, si nos atenemos a la desigualdad de ingresos.

Y es que tanto la esclavitud, la servidumbre, el cobro de intereses sobre el dinero, los impuestos y muchas otras prácticas (auténticos artilugios que la mayoría de las personas no advierte o no entiende) no son naturales; tampoco es natural la pobreza.

Es un antojo perverso de una élite que controla los medios para su exclusivo beneficio.

Pero el planeta es finito y las probabilidad de un estallido social incontrolable es cada día mayor.

Es urgente un nuevo pacto social universal que vaya mucho más allá de la retórica vacía y de oropel de algunos economistas que se empecinan en mantener el capitalismo en cuidados intensivos.

No es su culpa; no viven como el 88% de la población en los infiernos de África o América Latina, por ejemplo.

No son ellos los que sufren las jornadas laborales extenuantes; los sobreviven de la basura, en disputa abierta con ratas, buitres, cabras y perros callejeros; o los que duermen a la intemperie; ni son mano de obra descartable a la edad de 40 años o menos.

         Así, pues, fijémonos en el éxito de China debido a la  planificación y al compromiso del Partido Único (PCCh), que no se deja arrebatar la toma de las decisiones trascendentales; no son un Gobierno al servicio de las élites más ricas.

         La Pandemia ha dado, a los de abajo, una oportunidad; pero sobre todo, una alta probabilidad promover un nuevo pacto social que fortalezca lo público y el acceso equitativo a los bienes y servicios que se producen con el esfuerzo de todos.

         Para iniciar ese debate reiteramos nuestra propuesta para ELIMINAR LOS IMPUESTOS Y ADOPTAR LA CONTRIBUCIÓN REFLEJA.

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