Edmundo Orellana
El gobernante no se irá. No renunciará ni se lo llevarán los gringos. Tampoco lo obligará a irse la oposición, más interesada en las elecciones que en hacer oposición.
El triunfo de la oposición en las próximas elecciones no dependerá de la fuerza individual de sus respectivos partidos, sino de la concentración de sus fuerzas en una plataforma de oposición.
Esa ha sido la posición del PL desde que el gobernante se enseñoreó en el poder. Recientemente el expresidente Zelaya anunció su interés en buscar la unidad de la oposición. Que se sume a la iniciativa del PL es una buena noticia.
Lo que viene ahora son las aproximaciones y la conformación de convenios para construir la unidad. ¿Cómo lo harán?
El proceso de integración de los órganos electorales es el mejor ejemplo de que cuando hay voluntad el consenso se logra. Integrando esos órganos, Libre se prepara, junto al PL y al PN, para las próximas elecciones.
Que no haya fraude no dependerá de esa integración sino de la incorporación de recaudos legales en el proceso electoral que lo eviten; entre estos, impedir que los partidos sean los que manejen las elecciones en las mesas electorales, que no haya cambios de última hora en el domicilio de los votantes, que no se contraten programas amañados para procesar la información y la segunda vuelta electoral, entre otros.
Lo importante, para los propósitos de este artículo, es destacar que la unidad de criterios permitió llegar a la primera etapa de este proceso, que si culmina bien será porque se habrá expulsado el manoseo partidario de las elecciones.
¿Cómo llegar a la unidad? Siguiendo el camino que tomaron para llegar a los acuerdos sobre la integración de Libre en los órganos electorales. Parece fácil, pero no lo es. Porque en este proceso de unidad hay más temas, y de mucha más importancia, sobre los que se debe convenir.
Hay tiempo para ello. Sin embargo, deben comenzar las aproximaciones lo más pronto posible y cada acuerdo que logren anclarlo firmemente, porque el gobierno es experto en conspiraciones e intrigas, lo que ha demostrado a lo largo de estos dos períodos con el debilitamiento de la oposición. Fragmentó el PL, le arrebató el partido a Nasralla y acorraló a Libre, estigmatizándolo como partido de izquierda extrema.
Afortunadamente para el país, el PN se encuentra enredado en sus problemas internos causados por los líos en los que se encuentra el gobernante, cuya autoridad dentro del partido es cada vez menos presente, vacío que líderes de la vieja guardia y advenedizos luchan por ocupar. En todo caso, es evidente la confusión interna del PN, que no debe confundirse con debilidad, porque de encontrar un líder que aglutine los pedazos en los que se está fragmentando, tienen el poder y el presupuesto para hacerlo ganar otra vez, incluyendo el fraude.
Acelerar los pasos para iniciar el proceso de unidad de la oposición, debe ser la primera prioridad de los partidos opositores. Si retrasan el proceso se corre el riesgo de que las elecciones los encuentre todavía negociando.
Deben demostrar que son capaces no solo de llegar a convenios para garantizar intereses partidarios. Deben ser coherentes con la razón de su existencia: garantizar los intereses del país. Para eso existen los partidos políticos, para servir de medio para tomar el poder y alcanzar metas que los lleven a los objetivos preestablecidos en sus respectivos programas de gobierno.
No estamos en tiempos en los que los partidos menosprecien los reclamos de la población para simplemente ocupar el poder, afianzándose en el mismo, distribuyendo los cargos públicos sectariamente y ejerciendo arbitrariamente la autoridad. Si no cambian, el próximo período será ingobernable, si es que hay período presidencial después de las elecciones. Porque si no cambian las reglas del juego y no se une la oposición, el futuro del país no es nada halagüeño.
La unidad no es más que convenir en “cómo” gobernar, con “quiénes” gobernar y para “qué” gobernar, porque para quiénes gobernar no admite discusión: gobernar para los hondureños.
Es tiempo, pues, de tomar en serio los temas políticos. El tiempo de jugar, de perder el tiempo o de la indiferencia se terminó. Es tiempo de tirar al cesto de la basura histórica todo lo que no sirve. Por eso la oposición política debe unirse y decir con más fuerza que nunca: ¡BASTA YA!
Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?