¡A desprestigiar la caravana!

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Edmundo Orellana
Catedrático universitario
Los más de cinco mil hondureños que atravesaron la frontera de Guatemala cambiaron, en el exterior, el rostro de Honduras y la percepción sobre el gobierno.

Hasta ese momento, el país era motivo de preocupación en los informes de los organismos internacionales y en los estudios académicos, destacándose entre los factores determinantes de su precaria situación económica, social y política, la pobreza extrema, el desempleo, la corrupción, la impunidad, la inseguridad, las maras, el crimen organizado, la violación a los derechos humanos, los ataques a la libertad de expresión y la degradación ambiental. La caravana le dio rostro a esos deprimentes porcentajes que representan nuestros males en esos documentos. Las emociones que transfiguraban los rostros de los emigrantes, por la alegría, cuando lograban pasar fronteras, o por la angustia, cuando se los impedían por la fuerza, se fijaron para siempre en las mentes de quienes las vieron en la TV en los periódicos impresos y digitales, por todo el mundo.

El mundo se conmovió con las imágenes de madres y padres que cargaban a sus hijos protegiéndolos de la agresiva fuerza policial fronteriza, de los minusválidos y de los ancianos que avanzaban pesadamente, superando todos los obstáculos oficiales y naturales, en su desesperada marcha por alcanzar su sueño de “una vida mejor” que su país les niega.

No todos se solidarizan con ellos. Hay quienes aprovechan el éxodo para sus propios intereses. Los más mezquinos, como Trump, los utilizan de excusa para promover campañas electorales, alimentando el odio hacia los emigrantes y responsabilizando a sus adversarios políticos, los demócratas, a quienes acusa de ser los responsables de políticas y legislación blanda a favor de esos “criminales” que vienen desde el sur, entre quienes se han infiltrado terroristas islámicos dispuestos a exterminar, en tierra estadounidense, a cuanto gringo infiel encuentren, inmolándose de ser necesario.

Dicen haber desvelado grandes conspiraciones urdidas, separadamente, por magnates ultraliberales, como Soros, y gobiernos enemigos de USA, como Venezuela, los que destinan multimillonarias cantidades para financiar a los emigrantes. Aun no involucran a Rusia, pese a ser sospechosa de intervenir en sus elecciones, decidiendo los resultados. En todo caso, no se entiende por qué los emigrantes viajan a pie y en harapos, pudiendo, con semejante financiamiento, viajar en avión y con prendas de alta costura.

No hay duda de que Trump logró que los electores teman a la caravana. En su contra, inocula odio cada vez que tuitea y exacerba el racismo y la xenofobia arraigada históricamente en la América profunda. Que le favorezca esa campaña para las elecciones del 6 de noviembre, nadie lo sabe. Lo que sí se puede anticipar es que sus connacionales odiarán más al latino después de esta campaña.

Las posiciones encontradas, relacionadas con el tema de la caravana, tienen relevancia mundial. Esa masa humana de hondureños expulsados de su patria por el sistema económico, social y político que los oprime y explota, está en el foco de la atención mundial. Con excepción de Trump y los líderes republicanos, son vistos como lo que son, emigrantes que huyen de la pobreza extrema y de la inseguridad, a quienes se debe proteger, respetando sus derechos y reconociendo su condición de refugiados.

El mudo tiene ahora una clara imagen del gobierno de “la vida mejor”, a quien Trump inicialmente amenazó con cortar toda ayuda, pero que sus colaboradores inmediatos pretenden distorsionar esa verdad palmaria que se exhibe en las imágenes de la caravana, alegando que se trata de un pérfido montaje de la oposición hondureña que, a su vez, aprovechan el terrible judío Soros y el dictatorial gobierno venezolano para desestabilizar la derecha gringa, y también los yihadistas para sus macabros propósitos.

Es evidente hacia donde apunta esta posición. En una región tan inestable como Centroamérica, los socios confiables para Trump no abundan. Al menos El Salvador y Nicaragua, no lo son. El gobierno de Guatemala ha salido respondón y Costa Rica es más independiente que todos los demás, con fuerte inclinación hacia Europa. Solo queda el gobierno de Honduras, en donde tienen una base militar.

Suavizar la acusación inicial de Trump de que el gobierno hondureño (su mejor aliado en la región) es el principal responsable del éxodo por no poder controlar a su población, se convirtió en prioridad. Por eso, lo convirtieron en víctima de sórdidas conjuras tramadas por aquellos a los que fácilmente se puede acusar, alimentando, en el estadounidense, el antisemitismo, el racismo, la xenofobia y el miedo al terrorismo. ¿Se podrá mantener en el tiempo esta mentira?

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