El diálogo y el Congreso

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Por Edmundo Orellana
Catedrático universitario

Es una lástima que el gobierno acuda a los recursos de siempre para complicar las cosas, particularmente en un tema tan importante para el país, como el diálogo político.

Convocado por la crisis política, provocada por el fraude en las elecciones, la consiguiente ruptura del orden constitucional y la convicción de que el sistema electoral sirve únicamente para favorecer el fraude electoral, el diálogo debe ser entre las fuerzas políticas más importantes del país, el PN, PL y la Alianza.

Su coordinación debe recaer en quien no tenga interés en la cuestión a debatir, para evitar el conflicto de intereses. Por eso, la participación de la ONU.

El diálogo conviene a todos, porque es la instancia que nos permitirá encontrar la solución a la crisis política. Pero no todos lo ven desde esta perspectiva. Hay quienes lo ven como el medio para prolongar la situación, aunque crítica, para mantenerse en sus cómodas y ya establecidas posiciones. Hay otros, que hablan de diálogo y, sin embargo, exigen condiciones que lo hacen imposible, con la esperanza de que la incertidumbre sobre el mismo y la prolongación de la crisis debiliten severamente al gobierno, provocando su caída o condiciones favorables para el triunfo en las próximas elecciones.

Si la oficina local de Naciones Unidas no tiene en cuenta estas circunstancias, el diálogo, seguro, va camino al fracaso. Por eso, es incomprensible que no haya previsto la amenaza que representa para el diálogo trasladar, aunque sea temporalmente, la discusión de los preparativos al Congreso Nacional, para discutir el mecanismo para atribuirle carácter vinculante a lo que se acuerde en el diálogo. Esa era la intención, pero la impresión general fue otra, provocada por el mensaje que el presidente del Congreso subió a su Twitter, por el cual asumía la dirección, ya no de la preparación del diálogo, sino del diálogo mismo, desplazando a quienes venían participando, por los jefes de bancada, y fijando, además, los temas de la agenda del supuesto diálogo.

En este esquema, creado por el presidente del Congreso, la ONU pasaba a un rol secundario, si es que seguía en el mismo, porque en el citado mensaje, ni siquiera, era mencionado. El representante de ese organismo internacional fue, sin duda, sorprendido y debe contribuir a reparar el daño provocado, pero de hacerlo, se enfrentará a la presidencia del Congreso y a los jefes de bancada, a quienes engolosinó con ese gesto, caballeroso, ciertamente, pero de efectos devastadores para el diálogo, pese a que ese día que fue al Congreso, según dijo, fue “el día más feliz de mi vida” (!). Parece que tiene una vida muy aburrida don Igor.

A don Igor le pasó lo mismo que a Jiménez Mayor al subestimar la viveza aldeana de nuestros políticos. Con la diferencia de que JM, después de caer en la trampa, advirtió a tiempo el peligro, concentrándose en minar el terreno que pisarían mientras celebraban, en promiscuo aquelarre, su partida. Al institucionalizar la lucha contra la corrupción, convirtió a la MACCIH en el mayor dolor de cabeza de los políticos de la aldea. A don Igor, en cambio, parece que no le será fácil “desfacer el entuerto”.

La primera consecuencia es la retirada de Nasralla, desfigurándose la composición de esas mesas preparatorias. ¿Quiénes estarán allí? Seguramente estará el gobierno, puesto que, en su corta visión, el caos conviene. También don Igor, por supuesto. Pero serán los únicos. Porque el PL ha declarado que no tiene sentido participar si no están los demás actores obligados. En otras palabras, la decisión aceptada por don Igor amenaza con destruir lo poco que se ha avanzado hacia el diálogo. ¿Qué hará don Igor? Por ahora, suplicar a Nasralla que vuelva, con la esperanza de que el veleidoso político cambie de parecer, una vez más.

Veleidades aparte. Si el diálogo fracasa, la crisis política continuará con el riesgo de incrementarse e intensificarse, cuestión que a todos nos afectará, pero, especialmente, al gobierno, cuya gestión se verá seriamente comprometida por los continuos enfrentamientos que habrá de librar en las calles con la indignación popular y, también, con los sectores que, postergadas históricamente sus demandas, aprovecharán, seguramente, su debilidad para lograr lo que en otras circunstancias sería imposible, como, recientemente y con un inusitado acto de fuerza, lo lograron los camioneros.
El peligro es que en esa trampa preparada para don Igor podría quedar atrapado el trampero.

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