Jorge Luis Oviedo
En el siglo XV, Portugal y España, iniciaron por el Atlántico nuevas rutas comerciales que derivarían en conquista, colonización, exploraciones, exterminios étnicos y, finalmente, la consolidación, en la mayor parte del mundo, de un Sistema de Producción y Comercio basado en el lucro: se lo llamó Capitalismo.
Después se sumarían otros reinos, todos ellos en las riberas o entre las aguas del Atlántico. No era casualidad; era el resultado de una tradición milenaria de conquistas y reconquistas en el Norte y el Sur del Mediterráneo.
De aquellos actos de pillaje globales, resultó, pues, la imposición religiosa y , como ya dijimos, el capitalismo; no propiamente basado en el comercio con ventaja, sino en la esclavitud, la servidumbre y el saqueo de recursos naturales que parecían inagotables.
Fue, para los pueblos de América, una Cuenta Larga y trágica que aún perdura.
Sin embargo, casi coincidiendo con los quinientos años de la conquista de México-Tenochtitlan, ha llegado la hora de iniciar una nueva normalidad, un nuevo orden, sin deudas, sin impuestos, sin segregaciones étnicas, sociales y sexuales.
En casi todas las naciones de la tierra se reconoce la igualdad de derechos individuales, la plena ciudadanía.
En los tiempos en que un grupo de reinos europeos se erigieron amos del mundo, la esclavitud, la servidumbre, la segregación racial, la intolerancia religiosa y la exclusión de la mujer eran la normalidad.
De esas prácticas derivaron, para los Estados modernos, la deuda pública y los impuestos.
Fue la emboscada perfecta de los que se habían erigido en prósperos dueños de los medios de producción y del dinero como facilitador del intercambio de bienes y servicios.
Pero ese dinero y esas tierras y esas máquinas y demás medios son el resultado del saqueo, del robo, de la explotación, del comercio con ventaja y de la especulación financiera.
Todas las grandes herencias materiales del pasado fueron forjadas sobre la muerte, la servidumbre y la sangre de los esclavos y los conquistados; todas las herencias y grandes fortunas del presente, han sido construidas sobre la base de la especulación, el engaño y la extorsión; dos Guerras Mundiales y muchas guerras regionales planificadas por los países hegemónicos.
Así fue como finalmente, sin sirvientes y sin esclavos, los oligarcas impusieron las deudas públicas y los impuestos a través del Estado, para mantener pobres a los gobiernos y miserable a la mayoría: esclavizados por las deudas personales y las deudas públicas.
Llegó, pues, la hora de exigir ¡Deudas Públicas, Nunca Más!
Y sin deuda pública son innecesarios los impuestos.
Desde este medio sometemos a los ciudadanos del mundo, a los asalariados, a los profesionales que trabajan de forma independiente, a los pequeños emprendedores, La Contribución Refleja, en sustitución de los impuestos fiscales y cómo forma de otorgar a la Sociedad la Fortaleza que le corresponde. El control de los medios de producción, el comercio, la emisión y circulación del dinero; porque sin el control de los medios ninguna Nación es capaz de forjar su destino.
Las deudas públicas obedecen a la lógica del lucro, impuesta por los banqueros, especialmente, a partir de la creación de la Reserva Federal en los Estados Unidos.
La emisión y control del dinero debe corresponder a la nación, al pueblo, carajo. Nunca más a los banqueros.
El Patrón del dinero debe ser el trabajo de todos a través de su producción, servicios, estudios, investigaciones, expresiones artísticas y deportivas; y no el antojo de un pequeño grupo de especuladores ( el 0.000 001% de la población mundial) que se roban el futuro de generaciones completas a través de las deudas públicas y privadas.
Jorge Luis Oviedo