Amy Goodman y Denis Moynihan
En Estados Unidos, la rebelión está creciendo día a día e irradia sus demandas a todo el territorio: desde Minneapolis, donde los llamados a recortar los fondos para la policía se propagan desde el lugar del asesinato de George Floyd, a ciudades en todo el país, donde se derriban monumentos de generales confederados, colonizadores y otros símbolos de la opresión. Sin embargo, hay quienes condenan esta avanzada de cambio. Los corruptos sindicatos de policía restan importancia a la violencia que sus miembros ejercen con impunidad contra los civiles a los que juraron proteger, mientras que los retrógrados defensores de la Confederación, muerta hace tiempo ya, siguen ondeando su bandera de combate y dejan en el olvido que la última bandera que ondearon los generales que tanto adoran, en 1865, fue la bandera blanca de la rendición. Por su parte, el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, bloquea prácticamente todos los proyectos legislativos de reforma policial. Mientras los políticos paran la pelota, deportistas profesionales —en actividad y retirados— han dado un paso al frente y le han sumado impulso a este momento histórico.
El poder del movimiento Black Lives Matter (“Las vidas negras importan”, en español) afloró recientemente en el lugar menos pensado: una pista de carreras de la NASCAR, la Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Estados Unidos. Darrell “Bubba” Wallace, Jr., el único piloto afroestadounidense de la categoría principal de la NASCAR, se presentó el pasado 7 de junio a una carrera luciendo una camiseta que decía “No puedo respirar, las vidas negras importan”.
Más adelante, Wallace declaró en una entrevista para la cadena CNN: “Nadie debería sentirse incómodo cuando viene a una carrera de la NASCAR. Así que comencemos por las banderas confederadas. Sáquenlas de ahí. No hay lugar para ellas”. Al día siguiente, Wallace condujo un automóvil enteramente negro, estampado con el hashtag “#BlackLivesMatter” y símbolos de la paz hechos de manos entrelazadas de diferentes colores de piel. El capó del automóvil llevaba escritas las palabras “compasión, amor, comprensión”. Horas antes de comenzar la carrera, la NASCAR emitió una declaración que, entre otras cosas, decía: “La exhibición de la bandera confederada quedará prohibida en todos los eventos y propiedades de la NASCAR”.
Lamentablemente, menos de una semana después, se encontró lo que parecía una soga con un nudo de horca colgada en el garaje asignado a Wallace en el autódromo de Talladega, en Alabama. La NASCAR alertó a Wallace y el FBI fue convocado a investigar. El domingo pasado, durante la carrera, una avioneta sobrevoló el autódromo de Talladega: llevaba colgada una gran bandera confederada y la leyenda “Recorten fondos a la NASCAR”. La agrupación Hijos de Veteranos Confederados asumió el crédito por la maniobra racista, atribuyéndola a su “Fuerza Aérea Confederada”.
El lunes, los competidores de Wallace y sus equipos de boxes empujaron su automóvil hasta el frente de la línea de autos de carrera en un gesto de solidaridad. Más tarde, el FBI anunció su conclusión de que la soga era una inocente polea del garaje, colocada desde al menos octubre, mucho antes de que el garaje fuera asignado a Wallace y, por lo tanto, no era evidencia de un crimen de odio. Wallace respondió en CNN: “Lo que estaba colgando en mi garaje no era una polea… Aunque hubiera sido colocada en 2019 o cuando sea, era una soga con un nudo de horca”.
Etan Thomas jugó en la NBA durante once años, hasta 2012. Tanto cuando era jugador como ahora que está retirado, siempre ha estado cerca del activismo político. Junto con el periodista deportivo Dave Zirin, Thomas es coanfitrión del programa “The Collision: Where Sports and Politics Collide” (“La colisión: donde chocan deportes y política”, en español), en la estación de Radio Pacífica de Washington DC. El miércoles, Etan Thomas expresó en una entrevista para Democracy Now!: “La parte que realmente me impresionó es la forma en que la NASCAR apoyó de inmediato a Bubba Wallace. Hicieron en 48 horas más de lo que hizo la Liga Nacional de Fútbol Americano por Colin Kaepernick en cuatro o cinco años”. Colin Kaepernick, afroestadounidense, era uno de los mariscales de campo estrella de la Liga Nacional de Fútbol Americano, NFL, hasta que protestó contra el racismo y la brutalidad policial arrodillándose en el campo de juego durante el himno nacional en la previa a los partidos. Jugó hasta el final de la temporada 2016 y después de eso ningún equipo de la NFL lo contrató. No ha jugado profesionalmente desde entonces. Kaepernick presentó una demanda, alegando colusión por parte de los propietarios de los equipos de la liga, por la que logró un acuerdo en 2019.
Deportistas de todas las disciplinas se están manifestando y poniendo en riesgo sus carreras. Renee Montgomery, de la liga femenina de la NBA, está aprovechando esta corta temporada de receso para apoyar al movimiento Black Lives Matter. En un tuit escribió: “Hay trabajo fuera de la cancha en muchas áreas de nuestra comunidad. La reforma por la justicia social no va a suceder de la noche a la mañana, pero creo que ahora es el momento”. Kylin Hill, una estrella de fútbol americano de la Universidad Estatal de Mississippi, amenazó con abandonar el programa de fútbol de la universidad a menos que Mississippi retire la bandera de batalla confederada de su bandera estatal.
Y la venerada leyenda de la NBA Kareem Abdul Jabbar, en un apasionado artículo de opinión en el periódico Los Ángeles Times, escribió: “El racismo en Estados Unidos es como el polvo en el aire. Parece invisible, incluso cuando te ahoga, hasta que dejas entrar la luz del sol. Entonces ves que está en todas partes. Mientras sigamos alumbrando con esa luz tendremos la posibilidad de limpiarlo donde sea que aterrice. Pero tenemos que estar atentos, porque siempre está en el aire”.
Stephen Jackson, estrella retirada de la NBA, ha estado al frente de las protestas en Minneapolis. Era amigo de George Floyd en Houston y se hace llamar “el gemelo de Floyd” porque se parecían mucho. George Floyd amaba el baloncesto y debería haber tenido muchos años más por delante para disfrutar del juego, para disfrutar de la vida. Para nosotros, los vivos, que aún podemos y debemos luchar contra el racismo sistémico y la brutalidad policial, la pelota está en nuestra cancha.