A estas alturas, a nadie le resulta una sorpresa la idea de que, si suficiente hielo se funde en algunos de los polos, el nivel de las aguas puede subir de manera dramática. Por desgracia esto es lo que ha ocurrido, con un iceberg de cerca de 350 kilómetros cuadrados de superficie separándose del resto del hielo de la Antártida.
Tal y como se explica en un estudio reciente esto es lo que pasó en 2015, aunque hasta ahora no se había detectado.
¿Cómo es posible que semejante cantidad de hielo se haya separado del continente y se haya tardado un año en saber? Porque hasta que los investigadores no han desarrollado un nuevo software para analizar las imágenes, no era posible detectarlo.
También es cierto que la separación no es total, ni demasiado patente. Lo que se ha fracturado es el dique de contención, la masa de hielo más compacta, que mantiene unido el iceberg al resto del glaciar. La división es clara, e irremediable, pero no tan obvia como podría pensarse.
La masa de hielo que se ha desprendido tiene mucha importancia. Es una sección importante del glaciar de Pine Island. Es el glaciar que se está fundiendo a mayor velocidad, responsable del 25% de la pérdida de hielo en la Antártida. El problema es que acumula una gran cantidad de agua en estado sólido, y las consecuencias de su desaparición serían catastróficas.
Según los investigadores, el iceberg que se ha separado del glaciar puede aumentar notablemente el nivel de las aguas a nivel global. Y si sigue la tendencia, el resultado puede ser aún peor, llegando a anegar grandes ciudades como Miami o Nueva York.
Para entender de una manera más precisa lo que ha ocurrido, hay que remontarse a 2013. En ese año es cuando surge la primera grieta en el glaciar, que se ha ido haciendo progresivamente más grande a lo largo de dos años. Poco a poco las dos masas de hielo se han ido separando, y el resultado es un iceberg enorme que comienza su deriva.
La razón es relativamente sencilla. Gran parte de la masa de hielo de Pine Island se asienta en lugares por debajo del nivel del mar. De esta manera, el agua de los océanos puede llegar hasta la base, creando fracturas que van creciendo tanto en la vertical como separando masas de hielo.
El problema es que el agua de los océanos es cada vez más cálida. Y al tener una composición distinta – los glaciares están formados por aguas dulces y los océanos por aguas saladas – la capacidad que tienen para intercambiar temperatura es distinta. Esto hace que las masas de hielo sean cada vez más proclives a separarse.
Por desgracia, este es un patrón que no tiene solución. Cada vez está más claro que no se trata de si se fundirán los polos, si no de cuándo va a ocurrir.