Edmundo Orellana
Catedrático universitario
El diálogo fue promovido para frenar la insubordinación popular provocada por el fraude electoral y la inconstitucional reelección del gobernante. Temían que los arrollara la fuerza incontenible que, adueñada de las calles, estremecía el país.
Apenas superaron la crisis, recuperaron su tono autoritario y advirtieron a los demás que continuaban en el diálogo como una concesión. Habían logrado su cometido. Estabilizar el país. En esta atmósfera se desarrolla la etapa preparatoria del diálogo.
Al gobierno le interesa mantener entretenida a la oposición en esta etapa preparatoria, aprovechándose de que es opinión generalizada que para salir de la crisis se debe dialogar, mientras se consolida. Por eso, la agenda aún no ha sido establecida, ni tampoco el tema de la fuerza vinculante de las decisiones adoptadas en la instancia del diálogo.
Es insoslayable en la agenda el tema de la ruptura del orden constitucional. ¿Cómo abordar la crisis política sin atender sus causas y consecuencias? No deben ignorarse las devastadoras secuelas del golpe de Estado del 2009, ni los sucesivos atentados contra el orden constitucional ni el fraude electoral, incluida la represión postelectoral con su cadena de violaciones a los derechos humanos, entre las que se cuentan decenas de muertes de hondureños.
Es de suponer que el gobierno no admitirá discutir estos temas porque resultará afectado directamente, por cuanto tendrá que admitir que violó la Constitución y que utiliza a los uniformados para desatar una sangrienta represión contra quienes protestaron, y siguen protestando, contra el fraude electoral y el inconstitucional proyecto continuista, de gravísimas consecuencias, en estos pocos meses, en las condiciones generales del país, lo que ha provocado el acelerado deterioro de la imagen del gobernante, cuyo liderazgo partidario está en cuestión por los continuos y furiosos desencuentros entre sus líderes, acosados por la justicia y por la convicción de haber sido abandonados por el gobernante.
El tiempo transcurrido y los acontecimientos políticos ocurridos en este lapso, le permiten al gobierno orientar esta etapa de la forma que más le conviene. Por ejemplo, hablar de todo y con todos. Atractiva propuesta para los partidos de maletín y para los sectores cuyas urgencias han sido postergadas por los gobiernos, quienes presionan para participar en esas mesas técnicas en las que todos hablarán de todo, lo que aprovecharán los líderes de esos partidos de maletín para promocionarse, apoyando las iniciativas gubernamentales, y los demás para exigir que sus apremiantes necesidades sean, finalmente, atendidas.
De admitirse la propuesta, pasarán entretenidos hablando, hablando y hablando, mientras pasa el tiempo y el gobierno se consolida cada día más. Cuando terminen de parlotear, el período presidencial estará por concluir, lo que servirá de excusa al gobernante para no cumplir con lo pactado, salvo que acepten “que lo bueno debe continuar”, apoyado en la regla constitucional consagrada, reiteradamente, por el ilustrado e iluminado criterio de la Sala de lo Constitucional, de que la reelección es un derecho humano.
Los participantes, al finalizar el parloteo, tendrán la sensación de haber contribuido con la patria, identificando la solución de los grandes problemas que nos aquejan, entre estos, la pobreza extrema, el desempleo, la exclusión, la persecución policial y militar y las violaciones a los derechos humanos, la migración forzada y el largo etcétera de nuestros históricos problemas, acompañados, seguramente, de expertos extranjeros aportados por la comunidad internacional; esfuerzo del que obtendremos un prolijo informe, apoyado en pruebas irrefutables, del rosario de problemas que flagelan nuestra sociedad, responsabilidad de los malos gobiernos, y, en especial, de este, así como de sus probables soluciones, incluida la exigencia de que se castigue, con rigor sin precedentes, a los violadores de los derechos humanos en la represión postelectoral desatada por el gobierno.
Dicho informe, luego de agradecer a la comunidad internacional por su contribución al éxito del diálogo, será entregado, en pomposo protocolo, a quien -¡vaya ironía!- potenció la crisis con su inconstitucional proyecto continuista y este, flanqueado por los titulares de los demás poderes del Estado, ante la nación, y, especialmente, ante la oposición política presente en el majestuoso acto, jurará, solemnemente, por la patria y sus próceres (él, entre ellos, por supuesto), que hará cuanto sea necesario para dar respuesta a los innumerables y seculares flagelos, incluso sacrificándose para un período presidencial más, no más…
Y será vitoreado por los siglos de los siglos… y todos viviremos, bajo su presidencia, felices y en paz, eternamente.