Edmundo Orellana
Lo son porque pertenecen al pueblo salvadoreño, cuyo popular presidente decidió donar un lote significativo de vacunas a un grupo de alcaldes que se lo imploraron para aplicarlas en sus respectivos términos municipales, angustiados por la mortalidad de los infectados por el virus y la incapacidad del gobierno hondureño de proveerlas.
El Salvador no es potencia mundial ni siquiera es el país más desarrollado de Centroamérica, pero es el único de los países amigos que desinteresadamente se solidariza con el pueblo hondureño. La donación de Israel fue en reconocimiento -así lo declararon sus autoridades- a la decisión del gobierno hondureño de trasladar la embajada a Jerusalén y apenas fueron 5 mil dosis; la donación salvadoreña fue de 34 mil.
La súplica de los alcaldes a Bukele está motivada en un hecho notorio: el gobierno se negó a adquirir las vacunas a tiempo. Su respuesta fue demasiado tarde. Ahora, o bien no tiene dinero o la demanda es tanta que no hay disponibles en el mercado. Circula la versión de que, inicialmente, se negó a comprar vacunas a China por razones ideológicas; sin embargo, el gobernante, alega ahora, que los chinos son los que se niegan a vender por razones geopolíticas.
El gobierno se molestó por la súplica de los ediles a Bukele y los amenazó, según afirman ellos. Primero fue advirtiéndoles que no permitirían el ingreso de las vacunas, luego con expresiones tan violentas que pueden interpretarse como una amenaza a su integridad física o a sus vidas. En todo caso, los alcaldes salieron victoriosos del trance, demostrando que su imagen en el exterior es mucho más creíble que la del gobierno, cuyos esfuerzos no han logrado aproximarse, siquiera, a los resultados obtenidos por los ediles.
También se molestó con Bukele y el gobernante hondureño recurrió a la mentira burda, pretendiendo sembrar en el imaginario colectivo que la donación era en reciprocidad a donaciones que el gobierno hondureño otorgó a l salvadoreño en el marco de la pandemia. Lo desmintieron las autoridades salvadoreñas, por supuesto.
No tienen vergüenza ni temor que el pueblo los juzgue en estas elecciones. Actúan como si no les importase las consecuencias, acostumbrados a actuar con la seguridad de que el sistema de impunidad los protege hoy y siempre. Tampoco temen perder las elecciones porque saben que tienen a su favor la visión de campanario de la oposición y disponen del poder y del presupuesto de la nación para asegurar que los resultados les sean favorables. Habrá gobierno cachureco para rato, quizá por el tiempo que, en su momento, amenazó el gobernante: 50 años.
Los alcaldes son los héroes del momento. Sin embargo, tienen a sus espaldas responsabilidades enormes que tendrán en cuenta, seguramente. Para nadie es un secreto que hay alcaldías que no liquidan las cantidades que del presupuesto les transfiere, por mandato de ley, el gobierno. Esté, convenientemente, no da a conocer cuáles son las morosas con el propósito de que todas estén bajo sospecha. Compete, entonces, a las alcaldías beneficiadas con la donación demostrar que la utilizarán transparentemente, rindiendo cuentas al final de la operación, al gobierno de Bukele y al pueblo hondureño.
No basta el prestigio que en su gestión municipal haya cosechado para asegurar el buen uso de la donación. Es necesario que los vecinos de sus respectivos términos municipales, el gobierno de Bukele y los pueblos de Honduras y de El Salvador tengan indicios racionales de que se usó correctamente, porque es un bien público salvadoreño que ingresa al patrimonio de la corporación municipal respectiva, y, además, porque, necesitándolo, el pueblo salvadoreño, sin importar el sacrificio que implica, celebró la donación como un acto de solidaridad con el pueblo hondureño.
Es un momento propicio para iniciar un proceso de recuperación de la confianza en la gestión pública, invitando a las organizaciones de vecinos de sus respectivos términos municipales y a la sociedad civil en general, a integrar mecanismos de supervisión del uso de la donación.
Si no se preocupan por la transparencia en la aplicación de las vacunas, estarán expuestos a los mecanismos represivos del gobierno, a los que no duda en recurrir para desprestigiar a quienes lo desafían.
De los alcaldes dependerá que al gobierno se le facilite desplegar campañas de desprestigio en su contra, que se traducirían en campañas de desprestigio contra Bukele. Deben ser conscientes de que están entre dos trenes en curso de colisión. Para que los municipios y el pueblo hondureño, en general, no sigan siendo víctimas del gobierno, digamos con fuerza: ¡BASTA YA!
Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?
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