Jorge Luis Oviedo
@jloviedo57
Los hombres en todos los tiempos cambiamos trabajo por trabajo,
servicio por servicio, porque nadie jamás se bastó a sí mismo.
José Cecilio del Valle
Excepto los que viven a costa del esfuerzo ajeno, se esmeran en rechazar que el origen de toda riqueza es el trabajo.
Los banqueros, incluso, se adelantan a lo que no ha sido producido para otorgar los préstamos y, con ellos, despojan de un futuro digno a la gran mayoría de la población, mientras crean más dinero y más deudas: pecados capitales que hacen que miles de millones de personas no necesiten al poeta Virgilio para hacer una visita guiada por el Infierno (de Dante); porque ellos (los banqueros), literalmente, les roban la juventud y el espíritu, les chupan la sangre y las convierten en zombis.
Los salteadores de caminos, los conquistadores, los que colonizaron territorios 10, 20 o 50 veces más extensos que el de su país de origen, también se acostumbraron a vivir del trabajo ajeno, de muchos otros despojándolos de la mayor parte de sus territorios e imponiéndoles esclavitud y servidumbre.
La Historia a partir de los viajes de exploración, conquista y colonización de América, África, Asia, Oceanía es, exactamente, eso.
Con la independencia de la mayoría de provincias de América en el siglo XIX y de África en el XX, se vieron obligados a inventar nuevos mecanismos que les permitieran seguir en ese propósito.
Aunque surgieron detractores de esa conclusión obvia, no es posible negar el trabajo como fuente primaria de toda riqueza.
Cosa diferente es que en el intercambio comercial se genere desigualdad. Como en efecto ocurre. De eso esencialmente se trata el capitalismo: sutiles formas de ilusión y estafa.
La desigualdad comercial, y es lo que salta a la vista hoy, provoca que unos pocos saquen ventaja a través la telaraña comercial y financiera, por una exclusiva razón: Ganancia particular y perjuicio colectivo. De ahí que la producción de pobreza (y de hecho la desigualdad) hoy sea mayor que en otras épocas.
Y eso ocurre, porque la ganancia no existe para la mayoría, sino para los que legalmente despojan a los demás a través de esos mecanismos que privilegian el lucro como fin supremo del individuo, más no del bien común.
Smith no estaba equivocado ni los autores posteriores del siglo XIX. En la Riqueza de las Naciones
y en “Capítulo 5, Del precio real y nominal de las mercancías, o de su precio en trabajo y su precio en moneda, afirma: “Toda persona es rica o pobre según el grado en que pueda disfrutar de las cosas necesarias, convenientes y agradables de la vida. Pero una vez que la división del trabajo se ha consolidado, el propio trabajo de cada hombre no podrá proporcionarle más que una proporción insignificante de esas tres cosas. La mayoría de ellas deberá obtenerlas del trabajo de otros hombres, y será por tanto rico o pobre según sea la cantidad de ese trabajo de que pueda disponer o que sea capaz de comprar. ”
Por otra parte, el término riqueza se usa, por lo general, con referencia a la abundancia de bienes y objetos apreciados (oro, diamantes, plata, por ejemplo); pero en la Economía Política, se aplica a la totalidad de los productos materiales (tangibles) y servicios comercializados. En consecuencia fácilmente cuantificables desde el punto de vista contable.
En la teorías del valor se suele distinguir “valor de cambio” y valor de uso; pero, hasta hoy, se ha evitado otorgar recompensa a ese otro trabajo que produce objetos y que brinda servicios –algunos de ellos fundamentales para la existencia de nuestra especie– porque no participan del intercambio comercial.
Sin embargo, es un trabajo que tiene existencia real; se trata de la forma más antigua del esfuerzo colectivo, de esas labores que permitieron a nuestra especie sobrevivir y luego erigirse en la dominadora de muchas otras; es el trabajo que denomino existencial, porque no surgió con el comercio ni con la guerra, sino por el afán de supervivencia que aún está vigente en nuestra naturaleza que, de paso es la síntesis (más elevada quizás) de toda la naturaleza animal.
Ese trabajo existencial es cuantificable en horas, en producto, en experiencia, en convivencia, crianza y demás labores afines; lo es también en el ámbito de la subsistencia; de modo que muy poco cuesta calcular su equivalente para agregarlo al PIB; pero para beneficio exclusivo de la Nación, de la Sociedad, del Pueblo; y recompensar con él, convertido en poder adquisitivo de la colectividad, a los millones de excluidos por las prácticas capitalistas.
Oxfam, por ejemplo, en su Informe, TIEMPO PARA EL CUIDADO, señala: “El valor económico del TRABAJO DE CUIDADOS NO REMUNERADOS que llevan a cabo en todo el mundo las mujeres de 15 o más años asciende al menos a 10,8 billones de dólares anuales, una cifra que triplica el tamaño de la INDUSTRIA MUNDIAL DE LA TECNOLOGÍA.” (Oxfam, enero,2020)
Ahora bien, ese trabajo, que consiste en cuidar a los hijos, los ancianos, los enfermos, cocinar, lavar, limpiar la casa, recolectar frutos en un huerto familiar, acarrear agua, hender leña, etc. son tareas esenciales para el bienestar de las familias y de la sociedad, las comunidades.
La culpa no es de los campesinos (víctimas de las abusivas prácticas impuestas por las élites); es de aquellos que siempre han sacado ventaja de la sencillez y la ignorancia de los que, faltos de iniciativa, se conforman con sobrevivir y aceptan, aunque lo sufran, los mitos religiosos y monetarios, la exclusión y la servidumbre.
El error radica en confundir la contribución laboral con el impuesto fiscal. A ello, sin duda, ayudaron los economistas.
Con la existencia legal de la esclavitud y la servidumbre esta distición entre valor de cambio y valor de uso no tenía mayor relevancia; porque los esclavos trabajaban para su propietario y, éste, destinaba una parte de lo producido para alimentarlos, darles alojamiento y auxiliarlos cuando se enfermaban. Del trabajo de los esclavos obtenía su riqueza. De allí entregaba también su contribución al Rey.
Los que estaban en servidumbre gozaban de relativa libertad; pero estaban obligados a aportar la mayor parte de lo producido y dejar lo suficiente para la subsistencia familiar.
Los impuestos fiscales eran, por lo general, pocos; de modo que nunca constituyeron la principal fuente de ingreso de una Nación.
Aquí se origina otra confusión, debido a que, en el siglo XX , en la mayoría de países, pasaron a aplicarse impuestos fiscales. Los gobernantes y los políticos de oficio, en general todavía hoy, no saben cómo se emite o crea el dinero.
De esas confusiones sacaron ventaja los banqueros.
Actualmente y, desde los acuerdos de Bretton Woods, el dinero se respalda con deuda; aunque eso se volvió más evidente a partir de 1971.
Ahora bien, dado que el dinero tiene valor simbólico, ya como moneda impresa, ya como orden de pago a través de un cheque o como mera transferencia electrónica o como criptomoneda en algunos casos; lo mejor es que el dinero tenga un respaldo genuino cuantificable: el trabajo.
Con el trabajo los seres humanos producimos cultura material y existencial.
Para la Sociedad, la Nación, el Pueblo, el Colectivo es igual de relevante el valor de uso y el valor de cambio.
Está bien, entonces, que entre particulares se comercie con el valor de cambio de los objetos o los servicios; pero está muy mal que la sociedad no refleje el valor de uso de la producción para autoconsumo y de los servicios que se hacen para beneficio familiar.
Cuando un producto (fruto, utensilio o herramienta) o una actividad no participa del comercio, no por eso deja de existir.
La crianza de los hijos, el trabajo de la madre y del padre es real. Es una contribución mayor, incluso, que cargar un objeto por el que se recibe una paga. ¿Por qué debe ignorarse su existencia?
De allí que la Sociedad debe ser más fuerte y rica (mucho mayor poder adquisitivo y de inversión) que cualquier oligarquía.
¿Cómo es posible lograrlo?
A través de la CONTRIBUCIÓN REFLEJA.
Dado que el dinero tiene un valor simbólico que el Estado reconoce como valor real intercambiable; la CONTRIBUCIÓN REFLEJA es el valor simbólico reconocido como el valor real de todo el trabajo de la sociedad.
De este modo al PIB debemos sumar el cálculo total de todas las horas de trabajo que forman parte del valor de uso.
¿Acaso la crianza de los hijos es un trabajo menor?
La suma del PIB actual y la producción de objetos, alimentos y servicios con valor de uso material o existencial es lo que proponemos como sustituto de los impuestos y, simultáneamente, como forma de respaldar el dinero.
Lo anterior significa que una vez que un Estado adopte la Contribución Refleja no tendrá más necesidad de deuda interna, porque la Nación, la Sociedad se respalda a sí misma con el trabajo de todos.
Es lógico que, como consecuencia de esto, la capacidad financiera colectiva será suficiente para la inversión pública y para financiar a los particulares.
Otro resultado lógico es que la Sociedad (Nación) se vuelve rica y fuerte (como deseaba Smith) y capaz de proteger (como una madre) a cada uno de sus hijos de manera efectiva.
El pleno empleo, por lógica, se torna obligatorio.