Jorge Luis Oviedo
La celeridad con que nos obligan a estudiar y trabajar es antinatural; nada tiene que ver con el ritmo de vida de las especies y su interacción con el planeta.
Los capitalistas, nos chupan la sangre, nos pisotean el espíritu, destruyen las vocaciones artísticas, científicas, deportivas… y nos estropean la imaginación.
Los oligarcas, pisotearon nuestro pasado ancestral en toda la América anterior a la Conquista; destruyen nuestro presente y nos han robado el futuro.
A través de las Sociedades Anónimas y sus artilugios financieros y comerciales, mantienen en servidumbre a la clase trabajadora; y se han apropiado de los partidos políticos y de los gobiernos que, con esperanza renovada, los pueblos eligen.
Los capitalistas controlan a través del cabildeo (formalismo de corrupción sistémica) toda la institucionalidad pública; mientras funcionarios y jueces autorizan la expulsión violenta de la población que se resiste a abandonar sus territorio ancestrales; adquiridos por esas anónimas corporaciones que, con sus prácticas de extracción y saqueo, contaminan las aguas, destruyen los ecosistemas; y obligan a la mayor parte de la población a sentirse culpable por la pobreza a que se le condena.
Los oligarcas se han apropiado de los bienes naturales del planeta: inmensas extensiones de tierras de cultivo y pastoreo; los bosques nublados, los humedales, las cuencas hidrográficas, las zonas costeras y las playas de arenas más finas a través del soborno de las élites políticas y empresariales locales.
Los capitalistas, con sus mil y una formas de encantamiento publicitario, despiertan la codicia y los demás comportamientos egoístas en la mayoría, mientras atrofian la natural y conveniente conducta gregaria que, en cada nueva generación, se renueva al interior de los grupos familiares.
Sometidos, pues, al imperio de la uniformidad mediática, los que acceden al empleo, son obligados a vivir endeudados de por vida.
El futuro de la niñez y la juventud, de seguir bajo esta celeridad que nos imponen los capitalistas, es la de una mayor y despiadada esclavitud por deudas.
Por todo lo anterior, es necesario decir basta y concertar, entre los pueblos de todos los continentes del planeta, otro orden productivo-comercial que sea congruente con tantas y tantas declaraciones de derechos humanos que diariamente son pisoteadas por esas oligarquías locales y regionales.
Con las maquinarias, las tecnologías y el nivel de inteligencia artificial alcanzado (producto del conocimiento y el trabajo colectivos) es inhumano que no haya pleno empleo; es cínico que muchos oligarcas se opongan a la reducción de la semana laboral; igualmente, es insensato que se someta a niños y jóvenes a extensas jornadas de estudio, quitándoles sus genuinos derechos al juego y el entretenimiento, tan necesarios para su salud emocional.
Conveniente es forjar un mundo en el que exista la posibilidad real de participar en la producción, el intercambio de bienes y servicios, sin esa celeridad compulsiva propiciada por la adictiva codicia de los capitalistas.
Es urgente recuperar el tiempo que aceleradamente nos roban. El presente y el futuro de campesinos, obreros, artesanos, profesionales, pequeños emprendedores y miles de actividades asalariadas, así como el tiempo de la niñez, la juventud de las abuelas y abuelos.
Es urgente que podamos disfrutar de nuestro nuestro presente y asegurar nuestro futuro sin emboscadas ni atracos de deudas y sobrecarga laboral e incumplimientos de jubilaciones por quiebra programada de aseguradoras.
Es urgente que disfrutemos con calma, sin prisas impuestas, del tiempo que nos corresponde por igualdad de especie; tanto como por igualdad de acceso a los recursos naturales que existían millones de años antes de que las élites oligarcas asomaran sus mentirosas narices.
Con mayor participación ciudadana y planificación colectiva, podemos sacudirnos el yugo que nos han impuesto estos oligarcas capitalistas, sus testaferros intelectuales y sus Jefes policiales y militares mercenarios.
Es urgente dejar de producir miles de objetos innecesarios que contaminan los ecosistemas.
Y está claro que esto no es posible realizarlo bajo el catecismo capitalista. Para que podamos forjar nuevas prácticas de producción y comercio que fortalezcan lo público sin aplastar las vocaciones e iniciativas individuales que benefician el bien común, proponemos la discusión y adopción de un Nuevo Orden a través de LA CONTRIBUCIÓN REFLEJA.
P.D. No es un cuento “chino”; tampoco la pesadilla del sueño americano que viven los migrantes centroamericanos.
Jorge Luis Oviedo