cuento
Jorge Luis Oviedo
Cuando el general Carías supo por fuentes de entero crédito que las comunidades garífunas de varios sectores de la costa atlántica del país habían ayudado a sus opositores a efectuar un desembarco de armas y municiones que, posteriormente, servirían para tratar de sacarlo del poder (intentona que le quitó el sueño, primero y le provocó pesadillas, después), mandó a uno de sus comandantes a realizar las averiguaciones y correcciones correspondientes, según se dijo a través un bando de la época.
Ante la rotunda negativa de los garífunas a aceptar las acusaciones hechas por el general y presidente vitalicio de la república, el coronel Triminio Sanabria Álvarez, famoso por su particular forma de resolver las cosas, no vaciló para poner en práctica uno de sus métodos de comprobación, después que intentara persuadirlos (sin resultado satisfactorio) diciéndoles que el color de la sangre, de cada persona, corresponde al color de la bandera de su respectivo partido.
Los garífunas estaban acusados de pertenecer al partido colorado. Pero el Coronel para demostrarles que él era el poseedor de la verdad, se pinchó uno de sus dedos de la mano derecha con la finísima punta de un cuchillo de zapatería, que no dejaba jamás, pues era uno de sus dos amuletos de la suerte; el otro era una enorme crucifijo de plata que le había regalado el general Carías.
Los morenos, aglomerados en círculo, observaron incrédulos derramarse, sobre la fresca arena de la playa, humedecida por el rocío del amanecer, un chorrito de sangre azul, muy parecida a la de algunos insectos rastreros.
Después de aquella breve demostración, el coronel ordenó la formación de los garífunas y, acto seguido, ayudado por sus subalternos, armados de filosas navajas de barbería, dio inicio a lo que después se conocería, en los textos de historia, como La Prueba de la Sangre.
Centenares de orejas se desgajaron como enjambres de mariposas muertas en pleno vuelo bajo las primeras luces del amanecer, ante los asombrados ojos del Coronel, al comprobar que, de aquellos oscuros caracoles de playa adentro, no brotaba roja la sangre, sino verde.
No satisfecho por lo que estaba viendo, el Coronel acusó a los garífunas de pertenecer a un nuevo partido de oposición.
*Este relato da título al libro homónimo.