Por Bernal Noches, El Atrasado**.
Escríbese o háblase en esta crónica o coronica no de las rotaciones que un disco, rueda u objeto hace sobre su propio eje, los trompos para que los niños divertirse puedan, o la tierra para que la noche y el día existan; sino de las revoluciones que los pueblos hacen o dejan de hacer o se inventan, como las que acá visto he. Armadas unas, a trompadas otras; verbales muchas y virtuales las más recientes.
Honduras es un país de revoluciones muchas, iniciadas todas y concluidas ninguna, según demuéstranlo los registros históricos, porque en esto yo nada invento, sino que refiérolo de tal cual es o sucedido ha, con el mío estilo, porque crónica no puede existir que apropiada sea, si no indentifícase del autor su estilo y si tampoco la verdad dice.
Son, pues, las mías crónicas verdaderas, que comprobarse pueden en las fuentes históricas; pero que otros olvidan dar importancia a ciertos acontecimientos y que por eso piénsase son resultado de la mera imaginación mía; que ya quisiera yo exceder a natura o a los hechos que en ella prodúcense; que no creo en el mundo exista quien exceder pueda, siquiera, los hechos que aquí, en estas Honduras, Johnduras o Banana Reública o República Alquilada o Narcodictadura o Narco-Estado… en que vivir tocado me ha mis últimos años, su prodigiosa realidad; que aunque parécelo fantástica en mucho, es real o verdadera en todo: lo muy verdadero de verdad o real de realidad e imaginario de virtualidad, aunque no en linea, sino más bien desalineada en todo o casi todo.
Así, pues, es este el país de las revoluciones declaradas o proclamadas por los sus padres o promulgadores, pero todas a medio camino abandonadas son, ya porque quienes proclamáronlas terminarlas no pudieron porque otros no dejáronlos concluir o, bien, como más frecuente ha sido, porque el rumbo perdieron de lo que hacer querían o porque encontraron en el camino, es decir, durante la su presencia en el poder, que mejor era aprovecharse de él, para se enriquecer con sus familias y amantes y amigos y compadres; y a las mayorías ilusionadas de campesinos y obreros y estudiantes y enfermeras y profesoras burladas dejar.
Una cosa reconcen todos que prodúcese en estas Honduras al térmnino de casi todo Gobierno, haya sido este de derecho (y aquí casi siempre de derecha) o de facto y es que ricos nuevos aparecen; y retíranse a las sus casas de ciudad y campo a llevar una vida sin trabajo y de lujos muchos –como lleváranlo por muchas décadas nuestros reyes y príncipes y nobles, allá en España, mientras el oro y la plata de América abundantes eran– y de andar de aquí para allá, mucho en el extranjero y viviendo solamente de los intereses que sus depósitos –y las desgracias de sus paisanos de a pie– producen en las Bahamas, Suiza o algún otro de esos paraísos fiscales; donde comida no prodúcese mucha, sino dinero de oscuro origen que entra y sale de un agujero negro.
Pero hablar no quiero del producto que las revoluciones o reformas, contra reformas, asonadas, cuartelazos, golpes de estado, sucesiones presidenciales o como la chingada (que esto aprendido lo he en México) les dé por llamarle, dejan, sino de cómo estas revoluciones se quedan, todas, sin concluir.
La primera revolución, y que sí puede llamársele tal; pero esta no diose en Honduras solamente, sino en toda la América Central, poco después de que diérase una extraña independencia. Esto de la extraña independencia dígolo, porque no hubo acá levantamientos armados, sino una maniobra digna de hacer notar, aunque pocos han dádole importancia al suceso este; ignoro si es porque en verdad, para los grandísimos historiadores no tiénelo, o porque lo han pasado por alto o por muy bajo; vaya uno a saber.
A mi llámame la atención, porque otro suceso igual encontrado no he por esta América, en lo que investigado he.
Y es que resulta que el 15 de septiembre de 1821, fecha en que se proclamó la independencia, acá, en estas tierras que el alemán ilustre, Humbolt, llamó “país de la eterna primavera” y con razón sobrada, la misma que ha hecho que yo quedádome haya por años muchos.
Resulta que esta independencia, pues, muertos no necesitó, ni muchos ni pocos; ni de parte de los rebeldes (independentistas), ni mucho menos de los que preservar necesitaban el poder real para gloria y honra de nuestro rey de entonces; porque los mismos eran.
Así, los que, el 14 de septiembre de aquel año, representantes eran todavía de nuestra Corona como Capitán General, uno y como Secretario de éste y Auditor de Guerra, el otro, entre tazas de chocolate y no sábese si algún vino o licor también, decidieron con otros ciudadanos de la élite criolla, independientes de España declararse.
El ejército escaso, por cierto, según sábese, pero mejor armado que cualquier grupo que rebelarse pudo, como habíanlo hecho los mexicanos y los argentinos y los bolivianos y los peruanos y los venezolanos, entre otros, siguió bajo las órdenes del último Capitán General de Guatemala, que amanecido había, el día aquel, como jefe del nuevo Gobierno Provisional.
Su amigo y eficiente subalterno como éralo, sin duda, el organizador de aquella jugada magnífica, al poco tiempo marchose a México (antes Nueva España, extenso territorio que llevaba ya más de una década de lucha por consolidar su independencia) para a los centroamericanos representar, porque anexado se habían al nuevo Imperio de Agustín de Iturbide.
A este ilustre además, llamábanlo, por sus maniobras políticas, el sabio, aunque mejor hubiese sido por la profundidad y claridad de sus escritos; que encontrado no he otro que coparársele pueda en toda Centroamérica en el siglo XIX. Llamábase José Cecilio Díaz del Valle y fue quien redactó el acta de independencia, que en otras naciones no redactaron acta ninguna, sino proclama y levantamiento, como los mexicanos, un 16 de septiembre de 1810, pero que solo terminaron de lograr la unificación de todas la provincias hasta septiembre de 1821, con la entrada final del Ejército Trigarante en la ciudad de México, después que ese mismo año en febrero proclámase, El Plan de Iguala, un 24 de febrero de 1821, por parte de aquel Iturbide que fue Emperador efímero del “Imperio Mexicano”, con el tal Vicente Guerrero, que luego del tal Plan de Iguala, ya más bien volviose «Pacífico», muy más que el océano que así llamólo aquel Magallanes.
Y sábese que idea de él, digo del tal José Cecilio del Valle, como acá conócenlo más, y no de nadie más; y muy afortunado creo, en esto fue, de que se declarase la independencia por parte de quienes gobernaban la Capitanía o Reino de Guatemala y sus provincias, porque si no lo haría el mismo pueblo, como bien dícelo en uno de los primeros párrafos de la tal acta de independencia.
Acá venerado es, mas poco leído, que cuando conversado he con algunos que políticos son, descubierto he que solamente conócenlo por estar en el billete de cien lempiras y no por lo que con mucho tino escribió sobre muy diversas materias, especialmente en la de economía política, donde se ve que conocía de sobra a los principales autores europeos.
Ignoran tanto sus escritos los políticos actuales, que tiénenlo a él por un conservador y defensor de las prebendas coloniales, cuando fue el más libre pensador y el más liberal de los economistas americanos de su época; pero más en la libertad de su pensamiento que en el querer que el comercio y los medios de producción empobrecieran los pueblos.
Precisamente, duda no me cabe, que el tal Francisco Morazán, hombre de acción este, de notable genio militar realmente, fue quien transformar pretendió el régimen colonial español, por uno nuevo, el republicano; y estos cambios que decretó y a la práctica por algún tiempo llevó, junto con los que lo acompañaban en estos asuntos en los distintos Estados de las tales Provincias Unidas de Centroamérica, como el de quitarles privilegios al Clero y determinar que fuese el Estado el que asumiese la responsabilidad de educar la población y el que se abriesen las escuelas en los edificios que antes habían sido para uso de los curas; y declaróse abolida la esclavitud, y pasó a reconocerse solamente el matrimonio civil, y confiscáronse bienes a la Iglesia; y la justicia hízose durante un tiempo con jueces independientes y púsose en práctica el habeas corpus; que fueron todas estas prácticas nuevas y muy distintas de las coloniales.
Pero esto como mucho afectaba la tradición de los criollos, de sus poderes digo y conciencia ninguna del significado de la independencia entre la población mestiza e india que existía, trajo rebeliones en las que unieronse, como ocurrir suele en situaciones parecidas, en que los opresores encuentran en los oprimidos sus aliados mejores; ocurrió así, en aquella Centromérica que los pasos primeros daba de republicana vida, después de tres siglos de dura herencia colonial que dejadole habíamos, los adelantados, digo, que no yo, por con mucho atraso llegar.
Uniose, pues, el clero más conservador, los criollos que querían la su independencia para a España no tributar, pero continuar con todos los sus privilegios de manera más provechosa, y a ellos agregose la masa explotada de nativos y mestizos que, en su ignorancia, veían en los cambios iniciados, al mismísimo demonio, según decían algunos curas; que por eso, en una epidemia de cólera morbus a los morazanistas acusaron de haber envenenado las aguas y de este modo después de saqueos y levantamientos y atemorizar a la población de ciudad Guatemala, sobre todo, y luego también que el tal Francisco Morazán, presidente de toda Centroamérica no quisiera convertirse en dictador, como proponíanselo las principales familias criollas y más conservadoras (especie de verdadera aristocracia tropical) de Guatemala, acabaron con la tal revolución y dieron inicio a la de ellos, que con razón pasaron a llamarla, unos, contra revolución y, otros, contra reforma; pero que más conócese como Restauración Conservadora; porque todo consistió en retornar a la época colonial, pero sin rey del que pendiente estar, mas sí en todo lo demás; pues devueltos le fueron –en el ahora Estado de Guatemala o República de Guetemala o simplemente Guatemala– a la Iglesia católica los bienes confiscados y su derecho o potestad de educar o evangelizar como habíanlo hecho hasta el 15 de septiembre aquel; también a no permitir libertad de imprenta, como decíase entonces a los que opinaran contrario a los dictados de la tal Restauración y sobre todo de su tal restaurador un mestizo de nombre Rafael Carrera, analfabeto, destazador de cerdos y asaltante de caminos en años anteriores, aunque lo de analfabeto hasta el final de sus días prácticamente, pues a duras penas logró escribir su nombre y de lo cual, sentíase orgulloso, como debió sentirse en la ocasión que antes de proclamado ser gran restaurador de lo colonial o conservador, asolado había con su ejército a la ciudad de Guatemala y saqueado todo lo encontrado al paso y violado mujeres muchas en aquella fecha aciaga para familias de la ciudad, pero feliz para él y su ejército.
Así, Centroamérica, casi toda, aunque la actual Guatemala mucho más, sumióse desde 1839 hasta 1871 en una Edad Oscura, en que la persecución, la inexistencia de públicas libertades y en el que la ciencia y la tecnología tenidas eran por cosas peligrosas y demoníacas.
En Guatemala hacia 1871 iníciase lo que los más adeptos llaman la Revolución Liberal, aunque tratose en verdad, como culminó ocurriendo en toda Centroamérica, del segundo intento por organizar las repúblicas bajo leyes que no fuesen las que impuesto se habían durante el colonial régimen; retomáronse por ello, las reformas que ya habíanse hecho con Morazán y basadas muchas en las ideas que proclamaba el tal José del Valle y otros como Pedro Molina en la misma Guatemala; y vinieron a distanciarse, aunque esta vez no tanto, de la Iglesia Católica, porque para esa época eran casi todos los curas más liberales de pensar, porque dábanse cuenta en parte de lo que en el mundo ocurría, de modo que en estas Honduras, donde la tal Reforma Liberal iniciose en 1876, luego de que consolidárase en Guatemala con los tales Miguel García Granados y Justo Rufino Barrios, que ayudaron a los hondureños Marco Aurelio Soto y Ramón Rosa y al poeta cubano que escribió la himno de Guatemala, que acá parece que pasola bien, aunque triste un poco por no ser su Cuba independiente todavía y que amigo era de aquel otro más conocido universalmente, José Martí, que también estuvo su temporada en Guatemala y que por acá igualmente pasó, que por eso la primera Primera Dama de Cuba de estas Honduras era.
Pues este himno a Guatemala, en su letra de José Joaquín Palma, comienza así:
¡Guatemala feliz…! que tus aras
no profane jamás el verdugo;
ni haya esclavos que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.
Y menciónolo esto porque la Restauración Conservadora de Guatemala tuvo como figura clave al analfabeto de Rafael Carrera, como dicho se ha. Lógico resulta que los versos de la primera estrofa referencia hagan, más que a España, a los años de opresión que vivieron, sobre todo los liberales, durante el prolongado gobierno del régimen carrerista; lógico también es, el cuarto verso en el que alúdese a los tiranos, que por cierto Guatemala tendría más, como aquel que sirvió de inspiración al tal Miguel Angel Asturias, autor de notables cuentos y magníficas novelas, quizá la más famosa de ellas EL SEÑOR PRESIDENTE, que alude a otro tirano que escupió la faz a los guatemaltecos, el tal Manuel José Estrada Cabrera, que dictó el destino de los guatemaltecos, en esos años, que fueron guatepeores para la mayoría y que son los de 1898 a 1920; que en esto de estarse bastante en el poder, los Guatemaltecos, mejores son que los hondureños, aunque ahora un poco menos allá y más acá que elecciones estilo Honduras, a imponer vuelto han, con la ayuda eso sí, de La UE y de EE UU.
Entre los hondureños la tradición de golpes de estado mayor es; el primero propinolo José Justo Milla a Dionisio de Herrera en 1827 y el último presenciarlo pude el 28 de junio de 2009, en que diéronlo Romeo Vásquez con Roberto Micheletti a José Manuel (“Mel”) Zelaya; también llamado Comandante Vaquero por el que Comandante fuera de la Republica Bolivariana de Venezuela: Hugo Chávez.
Lo que más habido ha en estos casi dos siglos de independencia sin lo ser, son levantamientos, asonadas y golpes de estado y proclamas tantas, muchas de las cuales llamádolas han revoluciones sin lo ser tampoco, como, la más patética de todas que ocurrió en 1924, en que luego de un levantamiento armado contra el aprendiz de dictador, según decían mucho en su tiempo a través de los periódicos y revista que visto he, Rafael López Gutiérrez, porque serlo no pudo, pues derrocado o depuesto fue. Y llamáronle a esto los que triunfantes salir: Revolución, sin lo ser en nada.
Mas lo que destácase es que precedida estuvo por una intervención de Estados Unidos, lo que entrar en cólera que indigna, hizo, como dícelo en los sus versos, al poeta Froilán Turcios, quien también fue Ministro en algunas ocasiones y Secretario de Relaciones Internacionales de aquel tal Sandino de Nicaragua, porque estos sucesos de 1924 volviéronlo antiimperialista declarado. Por eso apoyó la causa del General de Hombres Libres, Augusto César Sandino y difundió su gesta con los sus amigos escritores y periodistas que tenía en México y otras partes del mundo; porque notable editor era este Turcios.
Una de las últimas revoluciones que aquí hubo fue la que llamóse Revolución Moral, que su creador y propulsor ya muriose y que critícanlo muchos hoy, sobre todo los que añoran al Dictador Tiburcio Carías, su mano dura, por les haber abolido el Servicio Militar Obligatorio, este Beto Reina que presidente fue de estas Honduras con esta su revolución moral, que en algo lograr pudo, como dicen, ponerle el cascabel al gato y fue el de acabar con el poderío enorme de los militares que enquistádose habían en todas las instituciones del Estado que por eso algunos decían que Honduras era, un ejército con un Estado y no un Estado con un ejército; pues que con su moral revolución o revolución moral, al menos el Carlos Roberto Reina (que no reinaba como los reyes) dejó a los militares al margen de negocios muchos que hacían con las instituciones del país que controlado habían por cuatro décadas y abolió también el servicio militar obligatorio y el reclutamiento forzoso que una cacería de jóvenes era y devolvióle, en parte, el sentido de civilidad a la población común y silvestre, rural, digo.
Y según investigado he, considerados eran, estos militares o chafarotes, como acá llámanos todavía, los mejores financistas y comerciantes en esas cuatro décadas, porque muchas empresas exitosas parecían tener; y dígolo así, porque en menos de una década, luego que quitárales este tal Beto Reina, el jefe de los revolucionaros morales, el control de las instituciones estatales, las sus empresas quebraron todas, incluida una enorme fábrica de cemento que regaládoles había (el corrupto presidente anterior, un tal Callejas, aunque no tanto como en actual jefe del régimen usurpador, el tal JOH –que según dicen muchos ladrón, narcotraficante y el mayor corrupto de toda la historia es) que producía casi el 70% del cemento que consumíase acá, y que no sabiendo administrarla mejor (ordeñarla sí) vendiéronla a unos franceses y que el dinero de la venta no sábese ( o sí sábase, pero hacen que no lo saben, y no como aquel filósofo griego que sí sabía lo que decía, cuando decía, que “Sólo sabía que nada sabía”) en qué manos quedó, sin embargo, en voz baja, es decir, en cafeterías y lugares así, pero sin lo decir por otros medios con detalles, sino en lo general, si dicen que las tales empresas no eran más que fachada, meras lavanderías de dinero mal habido, del mucho que desvíase y contribuye al surgimiento de nuevos ricos, sin ser unos nuevos Tomás Alba Edison o uno Bill Gates, es decir, que descubierto han todos los estados del agua, según creciendo han ido, lo mismo que otras cosas de la naturaleza, pero de inventar, sólo revoluciones de las que nunca conclúyense.
Existen también revolucionarios que las revoluciones hacen sin tiros ni declaraciones –amorosa, sí– de independencia y que son los más cómodos y felices revolucionarios que el mundo conocido ha, y que no son otros que los revolucionarios de cafetín, que son estos los de mayor abundancia en estos lares y conócense por hacer todas las revoluciones soñadas y por soñar con sus pláticas, mañana, tarde y noche; en ellas critican, censuran, proclaman, postulan, cambian las constituciones, condenan lo mismo a Sócrates que al Marx, a Kant que a Ortega y Gasset y a todo el que cruza por su plática y, al final, cuando culmina la conversación del día, salen de esa burbuja de ilusión fugaz a refugiarse resignados a la realidad circundante, sin la fortaleza mental y el arrojo de los héroes de la tragedia griega, sino con la amargura de los que nunca hicieron nada, sino pasarse la vida en componendas verbales en las que hasta las leyes del universo son suplantadas en su rica imaginación conspiradora y planificadora, porque ambas cualidades tienen.
Estos revolucionarios existiendo siguen, pero han evolucionado con la tecnología y hoy, igual que los sus oponentes o que en el otro extremo ubícanse, pues no quieren que la naturaleza, los seres o las cosas sufran cambio, como nadie evitarlo puede, organizado se han en redes y ampliado su grupo de interlocutores, de modo que hoy hácese por la internet la revolución virtual, que es la más grande, poderosa y pretendida revolución global que un mortal imaginarse pueda de todas cuantas existido han desde que el humano ser inventase ha ya muchos siglos, la escritura para constancia dejar de sus revoluciones y revelaciones que la imaginación proporciónales de cuando en cuando.
Trátase, pues, dicen, unos de la revolución global, que será el antídoto de la globalización imperialista del capital, según las más entusiastas mentes de este movimiento, que aquí muchísimos militantes tiene y son todos de palabras y frases muy ametralladoras y explosivas, pero de acción poca o ninguna.
Estos revolucionarios de la red o revolucionarios virtuales, homos virtuales punto cero y punto y otros sin punto, sino con coma (no por estar en coma, sino sentados el tiempo todo) tienen su contraparte, que son todavía más, en aquellos que gústales cambiar el mundo y a las personas a través del teléfono; pásanse estos el día llamando a cuanto programa de radio o televisión pueden, quejándose unas veces o dando instrucciones de cómo las cosas han de hacerse por los demás, aunque ellos nada de importancia hagan por cambiar su vivir; sino que critican lo que otros hacer e indícales como hacerlo sin ellos haber tenido éxito en nada; que estos son muchos, y si los pendejos, como algunos dicen, no fueran tanto, hasta mayoría, ser podrían.
Mas la mayoría de personas no son ni revolucionarios virtuales ni telefónicos ni de cafetín, sino gentes humildes e inconformes que un mejor futuro quisieran para sus familias y como ellos siéntome en parte yo, pero por lejos estar de amigos y familiares y sin futuro a la vista para volver luego y dejar de ser y estar atrasado en todo con esta crónicas o coronicas que acabar por adelantado no puedo.
Concluyo, pues, esta revolucionaria coronica de las revoluciones que no son tales, sino sueños e imaginaciones, es decir, todas virtuales; ilusorias, fugaces como la Independencia de estos países de Latinoamérica toda, que resultado fatales han, por no lo ser casi en nada, sino que muy más dependientes en casi todo ahora. Porque el yugo invisible de la inversiones extranjeras y su muy desigual intercambio comercial, y la su enajenación de extensas área se suelo y subsuelo y la inestabilidad de los precios de sus productos de exportación, agropecuarios casi todos, que industriales muy pocos; y sus devaluaciones muchas y groseras, porque sus oligarcas locales ricos hecho se han a fuerza de importaciones muchísimas, que destruido han a la pequeña industria local y a los artesanos, sastres, zapateros, carpinteros…, en fin; y todo al revés resulta lo que deseado se había. Que ahora el yugo que España impuesto les había, pequeño se hace, con el invisible yugo que la impagable deuda externa.
Jorge Luis Oviedo
*En 1821 se cumplirán 200 años de la Independencia de Centroamérica.
**Bernal Noches, el Atrasado es un personaje de ficción. Homónimo en parte del soldado conquistador y autor de la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo