Jorge Luis Oviedo
Yo no digo patria
Sino mi casa
La plenitud del verde
Que tenían los pinos en mi infancia
Yo no digo patria
Sino las tantas veces que he sido niño
Bajo la sombra de los árboles
O en medio del vocerío feliz
De los pájaros cantores
Sumergido en las cantarinas aguas del algún río
Yo no digo patria
Sino las calles mi pueblo
El perdurable rostro de sus piedras
Enraizadas hace mucho en la memoria
Y en el ritmo de mi andar
Yo no digo patria
Sino mi madre
Y su voz resonando
En el eco profundo de mis oídos
Sus gritos
Sus regaños
Sus ansias desbocadas
Y su imagen de la espera en mi retina
Para que nunca nos pasara nada
Yo no digo patria
Sino las aguas de todos los torrentes
La sonoridad particular de la lluvia en los tejados
El retumbar del río en la hondonada
La estampida furiosa de las corrientes
Que se juntan en busca
De su perdido mar antiguo
Y van al encuentro
De las aguas más profundas y saladas
Sin alejarse nunca del hondo límite del entorno familiar
Yo no digo patria
Sino los frondosos guanacastes
Sus extendidas ramas
Su sombra vasta
Tan noble como la de un hogar
Para mí los recios robles en la serranía pedregosa
Y los altos pinos odoríficos
Levantados como astas de banderas victoriosas
Son la patria
Yo no digo patria
Sino el sólido olor de las vacadas
O el agradable olor del café recién tostado
Adueñándose de la tarde y de todo el vecindario
Yo no digo patria
Sino el recuerdo de un tren alejándose
En la llanura costera
Cargado de plátanos y gentes
Y que aún resuena en mis oídos
Y me acompaña en los atardeceres
Yo no digo
Formas y colores
O símbolos nomás
Sino los ritmos interiores
Las canciones de la infancia
El repicar de las campanas
Los amaneceres tropicales
Las grandes multitudes que se juntan
Exigiendo el respeto a sus derechos
Y el rechazo al uso de la fuerza
Yo no digo patria
Sino mi casa