En el blanco

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Jorge Luis Oviedo

La mujer que iban a fusilar, acusada de alta traición ( aunque era de estatura normal) lucía un vestido rojo que resaltaba su feminidad. Además, pese a la cercanía de la muerte, caminaba con sensualidad provocadora.

Es un desperdicio fusilar esta mujer dijo (al oído de un compañero) uno de los integrantes del pelotón.

Como último deseo le concedieron morir sin venda y desatada. Después de todo, con aquella vestimenta más apta para una fiesta que para una fuga, no representaba ningún peligro.

Cuando se dio la orden de formación, ella se puso de espaldas al grupo y de frente al derruido paredón donde habían sido fusilados muchos; así permaneció, incluso, cuando la voz gritó:–Preparen–, pero cuando el jefe dijo: –Apunten–.

Ella, siempre de espaldas, se irguió totalmente y se volvió para mostrar, al pelotón, toda su feminidad al descubierto. Indignado e iracundo se escuchó el grito: – ¡Fuego!

La descarga sonó al unísono y el jefe del pelotón cayó fulminado.   

 De «La Prueba de la Sangre» (Cuentos, 2015)

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