Fraude electoral

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Edmundo Orellana

El antídoto no es nombrar representantes fieles al partido en los organismos electorales. Para impedir el fraude en las próximas elecciones se requiere de mecanismos que eviten el manoseo de las elecciones por parte de los partidos políticos, es decir, que no impongan el ganador en las planillas de alcaldes, diputados y presidente.
Arrastrados por la corriente de la tradición, los partidos decidieron, sin embargo, confiar en las personas que integren esos organismos. Ellas serán las responsables de que no haya fraude. Vana esperanza. Porque bastará que dos de los tres integrantes decidan convenir en todo para que el voto del tercero sea inocuo y se activen letales dispositivos en contra de la democracia.

Por ese motivo, Libre identificó, desde el principio, a sus representantes y los impuso usando de todo cuanto encontró a mano, hasta la inédita “insurrección legislativa” (otra patente hondureña en política). Los del PN, aunque no se hayan identificado, es de suponer, por la naturaleza de su organización, que serán fieles a las decisiones partidarias. El problema lo enfrenta el PL, cuyos representantes no son el resultado de un consenso interno del partido, divergencias que los acompañarán por todo el período que funjan como autoridades electorales y condicionarán su gestión.

Mientras los de Libre y PN serán representantes de sus respectivas autoridades partidarias, los del PL no lo serán propiamente, porque lo serán de la Bancada no del CCEPL. Pero la Bancada Liberal está segmentada. De ahí, que las instrucciones o directrices podrán ser diversas y hasta contradictorias, lo que les permitirá un relativo margen de libertad, que no es independencia, porque asumirán que esa libertad debe ser ejercida dentro de los límites que opera la Bancada.

En este escenario, los representantes que podrían definir la objetividad y transparencia de las próximas elecciones, son los liberales que integren esos organismos. Porque la misión de los representantes del PN y de Libre es defender ciegamente los intereses partidarios, en cambio, los liberales, siendo que no actuarán con esa estrechez, podrán decidir con relativa libertad y, por ello, convertirse en garantía para la consolidación de la democracia.

El RNP es un buen ejemplo de lo dicho hasta aquí. Sin embargo, este organismo tiene la característica de que es esencialmente técnico y su vinculación con el proceso electoral se reduce, básicamente, a la depuración del censo electoral. Lo ideal sería replicar lo que sucede en el RNP, pero no será fácil porque esos órganos están íntimamente ligados al proceso electoral y a sus resultados.

Las circunstancias no nos permiten tener certeza alguna sobre lo que ocurrirá en el seno de esos organismos electorales, pero si los escogidos por la Bancada Liberal no son liberales con convicciones firmes y posiciones irreductibles en la defensa de la democracia y de los principios del liberalismo -que esperamos no sea este el caso-, el riesgo de un fraude es inevitable y, por consiguiente, las próximas elecciones en lugar de fortalecer la democracia la destruirán.

¿Cómo evitar el fraude? No lo impedirán los integrantes de esos órganos electorales, pero podrán propiciarlo. En cambio, podrá impedirse con la legislación pertinente, aun cuando los representantes sean proclives al fraude.

Pero esta no es la preocupación de los legisladores, más interesados en las elecciones que asegurar la transparencia y objetividad del proceso; entre estos el diputado-presidente, quien aspira a convertirse en el candidato oficial del PN y de quien depende esa legislación, siendo que la Ley Orgánica del Poder Legislativo lo eleva a la condición de dictador parlamentario; en otras palabras, esa legislación será posible si él decide que se apruebe. ¿Qué interés puede tener el diputado-presidente en evitar el fraude electoral? La respuesta es suya distinguido lector.

En la IV edición de la Voz de la Academia, los jóvenes estudiantes de UNITEC analizaron seriamente el tema y concluyeron que, de no aprobarse las reformas electorales pertinentes, en particular la segunda vuelta, el proceso electoral, en lugar de garantizar la transparencia y la confianza, propiciará el fraude y sus funestas consecuencias.

Esas juveniles reflexiones deben servir a esos políticos, tercamente atrincherados en esos nichos trasnochados del fraudulento sistema electoral, para que puedan ver con claridad, a través de la espesa niebla de la tradición, el camino a tomar, avanzando hacia posiciones más congruentes con los reclamos de transparencia y confianza del pueblo hondureño.

Por eso, debemos repetir con los estudiantes de la IV edición de la Voz de la Academia, ¡BASTA YA!
Y usted, distinguido lector, ¿ya se decidió por el ¡BASTA YA!?

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