Rodolfo Pastor Fasquelle
A muchos en la vecindad nos inspira respeto su país, Presidente por haber construido luego de 1948 una democracia creíble. Única en la región. Los más rigurosos no creemos en la democracia de D. Ortega y entendemos que no ha alcanzado a sistematizarse en El Salvador. Está llamada a ser ejemplar por lo mismo, Costa Rica. A comportarse en su relación con los demás pueblos del istmo de manera solidaria y cautelosa. Y ha sido así largamente. Tanto en la esfera académica como en la pública he servido, a mucho orgullo junto con colegas costarricenses académicos muy respetables todos, a un par de los cuales he amistado. Conozco su crítica del CAFTA que nos empobrece.
Ud. Presidente también es colega académico antes de ser funcionario, investigador del pasado y presente, pensador crítico y más que un oficio, esta condición es tan irrenunciable como la del sacerdocio y tiene el mismo grado teórico de compromiso. Ético y vital. Con la verdad. Usualmente encubierta bajo las formalidades y las apariencias, con que alguien anda siempre tratando de ocultarla, aunque nos salte a la vista, que siempre es incomoda. No le voy a ocultar que por esa misma particularidad me molestó que su gobierno fuera no se si el tercero o cuarto de la región, después de los de México (corrupto), Guatemala (tan precaria) y Panamá, siempre tan servil, en reconocer como legitimo, felicitar y apoyar este Diciembre pasado la fraudulenta reeleccion de JOH. Me dio pena ajena y hubiera sentido completamente avergonzado de no ser porque, casi de inmediato se publicó un comunicado de los colegas académicos ticos repudiando esa farsa. No es cierto que la relación con los vecinos obligaba a Costa Rica a tomar ese paso antes que los demás. Ni que existiera un fin superior que justificara esa traición a los ideales de la decencia publica. No es un asunto personal Presidente.
Funcionarios de su gobierno, supongo que de lo equivalente a una gobernación, están ahora mismo a punto de enviar por la fuerza a Honduras al joven estudiante Eduardo Urbina, perseguido político aquí por su participación en las protestas, primero las universitarias y luego las que justamente estallaron como repudio a la imposición del fraude electoral reciente. Yo vengo a esta página a advertirle que si Ud. hace eso, si lo permite, se convertirá en cómplice de la dictadura hondureña e incurrirá en una condena de la historia del pueblo, que ya se sabe que distinta de la oficial, pero es de la que se destila la historia verdadera. La ética esencial no es una rutina, se relaciona y deriva de situaciones concretas.
Después que en Costa Rica dejaron de ser importantes las violaciones a los derechos humanos con la extinción del ejército, en Honduras han persistido esos atropellos hasta hoy. Por eso existen en el país instituciones respetadas, que amparan y protegen y cuando parece inminente un peligro previenen, conduciendo al perseguido a algún refugio, necesariamente en el exterior, ninguna más respetada que el Comité de Familiares de Detenidos, Desaparecidos en Honduras. Esta es la situación aquí. Ha decenas de los nuestros en cárceles de alta seguridad.
Nosotros contamos 36 asesinados en las protestas post electorales, después del 27 de Noviembre. El Informe oficial de NNUU publicado la semana pasada reconoce la ejecución extrajudicial por la policía militar y el ejército de veinte y tres ciudadanos como Urbina aguerridos, y otros muy distintos, mujeres, jóvenes y viejas, ancianos desarmados y muertos con armas oficiales sin representar ningún peligro para el orden público. Bajo amenazas directas, Urbina salió de Honduras protegido por el COFADEH. ¡Una semana antes de que ocurriera el incidente en el cual la autoridad perversa de mi país lo acusa de haber quemado un vehiculo de la tropa enviada a reprimir manifestantes! No esta para nada claro quien incendió ese transporte. Todo indica que fue una operación de falsa bandera del mismo ejército para auto justificarse. Consta que se montaron muchas operaciones de ese tipo, con sus propios elementos y delincuentes comunes y adeptos suyos a los que nunca se previno hacer desmanes, ni capturó ni persiguió. Esta clarísimo que no incendió el camión Eduardo Urbina, porque no estaba ahí, si no fuera del país. Las evidencias presentadas para acusarlo a él y a La Resistencia son unas fotografías borrosas de la escena en las que –quizas- los perpetradores del hecho huyen de las primeras llamas. No se ocupa saber más para darle refugio. Pero fíjese bien, Presidente.
No podría yo contundentemente afirmarlo porque me pondría en riesgo inútil. (Aquí el fiscal y el juez los nombra JOH.) Pero Ud. puede hacer otro ejercicio lógico. La Constitución hondureña prohíbe la reelección presidencial y asimismo el uso de recursos públicos para el proselitismo y por supuesto condena el fraude electoral, la más vil trampa de la democracia. Si la OEA, Señor, tiene razón y las elecciones no arrojaron un ganador creíble, según esa ley suprema, ¿sería legal el gobierno que se quedó con el poder y reprime nuestras protestas en las calles? Esa misma carta magna establece que nadie tiene obligación de servir ni obedecer a un gobernante usurpador y, entonces para establecer una autoridad legítima necesaria, funcional, los ciudadanos quedarían obligados a insurreccionarse contra tal usurpador. En esa situación, quemar los camiones de los que los militares desembarcan con armas de alto poder y disparan sobre los manifestantes para apoyar a una dictadura, lejos de ser un delito de orden público ¿no seria un deber ciudadano para proteger a nuestra gente? Si fue uno de los nuestros quien quemó ese camión ¿no estaría entonces justificado en ley? Si cualquiera de los nuestros tiene oportunidad de incendiar camiones de militares que están disparándole al pueblo en la calle, ¿estará delinquiendo o cumpliendo con un deber? Y puesto que comportará gran riesgo para gente desarmada, cumplir ese deber ¿no tendrá que considerarse un acto de heroico? ¡Todos somos uno en la historia sacramental que repite una obra de teatro esencial, universal!
La semana santa que se avecina es la celebración cum repetición cíclica ritual de una historia antigua cristiana, de persecución, cárcel, pública tortura y ejecución infamante de un inocente hace casi 2000 años. Los demás también seremos oficiantes, coautores, víctimas o testigos de lo que suceda aquí según las alternativas o papeles disponibles en ese drama metahistórico. Como Pilatos Ud. puede lavarse las manos, y entregar a Eduardo Urbina a la autoridad espuria sin considerar los muchos argumentos formales y peticiones que han hecho él y los organismos de derechos humanos de Honduras, de Costa Rica y del mundo. O no. Simple.