Edmundo Orellana
Catedrático universitario
“¡No es justo que la justicia sea tan injusta con los corruptos!”. “¡Pobrecitos sus hijos y sus cónyuges!”. Ese es el principal argumento con el que fundamenta el Partido Alianza Patriótica el proyecto de reforma a la Ley sobre Privación Definitiva del Domintio de Bienes de Origen Ilícito, para impedir que les quiten los bienes a los corruptos. Por cierto, la única iniciativa partidaria y, además, defendida apasionadamente por sus autoridades.
La reforma, siendo iniciativa del partido, es un compromiso de los que se autodefinen como patriotas. Por consiguiente, es política del partido. En otras palabras, el partido decidió definirse oficialmente como “protector de los corruptos”, y aclaró que no incluye a los narcotraficantes ni a los lavadores de dinero porque son más malos que los corruptos.
Su líder supremo, un general retirado, explicó las razones en un programa de TV matutino. ¡Lució tan pequeño el general! no por su talla física, sino por la falta de luces. Las explicaciones que ofreció justificando la presentación del proyecto fueron tan pobres jurídicamente y tan carentes de sentido común, que, al final, comprendiendo que había sido engañado por el proyectista y a modo de explicación, expresó que “errar es de humanos y rectificar es de sabios”. ¡Y fue lo único razonable que dijo!
De lo sucedido, quedó la sensación de que ese partido no es patriótico, como dice ser, y, más bien, se presenta como una organización sospechosa, con una finalidad obscura a cumplir dentro del Congreso Nacional.
Afirmar que los corruptos provocan menos daño que los narcotraficantes y los lavadores de dinero, es cinismo en grado superlativo, porque saben (¡es un hecho notorio!) que los déficits en salud, educación, seguridad jurídica, infraestructura vial, etc., y sus consecuencias, como la pobreza, el desempleo y la inequidad, tienen su origen, justamente, en la apropiación ilegal de los recursos destinados a esos servicios públicos.
Los narcotraficantes y los lavadores de dinero hacen mucho daño, pero no son los responsables de nuestro subdesarrollo. Lo son los corruptos. En las grandes potencias el lavado de dinero es inmenso y pululan los narcotraficantes, pero eso no ha sido óbice para crecer ni desarrollarse. Es más, hay países que han crecido, justamente, por facilitar el lavado de dinero. Suiza, es el ejemplo más conocido y su población disfruta de uno de los mejores sistemas de convivencia en el mundo.
Ningún país, sin embargo, ha crecido y se ha desarrollado con corrupción. Sencillamente, porque los funcionarios corruptos, y los empresarios que se coluden con estos para defraudar al Estado, se apropian de los dineros destinados a aumentar y mejorar los servicios públicos. Todo falta y lo poco que hay es deficiente porque el dinero público se va a bolsillos privados. Por eso, los países desarrollados son implacables con los corruptos, castigándolos, cuando se reconoce, con la pena de muerte y algunos utilizando el más cruel de los medios de ejecución, la horca.
El latrocinio en un pueblo pobre se convierte en genocidio. Son miles los muertos porque no hay hospitales suficientes y otros miles porque los pocos hospitales que hay funcionan mal. Son millones los condenados al analfabetismo porque no hay escuelas y otros millones están condenados a la ignorancia por la calidad de la educación. Son millones los hogares hondureños que languidecen por falta de lo básico (agua potable, alcantarillado sanitario, etc.) y si continuara mencionando las carencias y sus consecuencias, este espacio no sería suficiente. Las víctimas masivas de la corrupción son los pobres, esos a los que políticos corruptos piden su voto ofreciéndoles sacarlos de su pobreza, para luego apropiarse del dinero destinado a ellos para paliar su miseria.
¡Y se atreven a decirles “pobrecitos” porque sus hijos y sus cónyuges sufren! Con esa lógica son “pobrecitos” también los asesinos en serie, los violadores, los sicarios, los mareros, los secuestradores y los extorsionadores, pero son excluidos de la iniciativa porque, según los supuestos “patriotas”, solo los corruptos son criminales buenos.
Condenemos, pues, el perverso atrevimiento del partido de los mal llamados “patriotas”, que pretenden salvar a los, para ellos, “pobrecitos corruptos” de la “injusta justicia”. Pareciera un ardid de las élites corruptas: usar a los “antipatriotas” para no quemar a sus propios parlamentarios, ya suficientemente chamuscados con el Decreto de la Impunidad. No les importa aparecer a los “antipatriotas” como mandaderos de las élites corruptas. Sin embargo, alto, muy alto, sin duda, será el precio que pagará ese partido de supuestos “patriotas” por esa vergonzosa iniciativa. Si no desaparece, será el eterno pigmeo de la política y el gigante de la política antipatriótica, cargando, para siempre, con el estigma de “protector de corruptos”.